Reflexionando el evangelio | Vamos a la fiesta

Reflexionando el evangelio | Vamos a la fiesta

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A

“Conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren”

Mateo 22,1-14

Además de sus lunas, el mes de octubre se presta para dar gracias a Dios por las cosechas/vendimias del año. La liturgia de la Iglesia lo prevée y lo sugiere. En la oración colecta para después de la cosecha pedimos que nos conceda que “de los frutos (de la tierra) recogidos, podamos obtener sustento para nuestra vida; que los aprovechemos siempre; que redunden en alabanza tuya y utilidad de todos” (Misal Romano). Desde que el mundo es mundo, la sabiduría popular lo traduce en fiesta, rezos, música, danzas, comida, bebida, convivencia.

La fiesta es parte fundamental de la vida, sobre todo, en sus momentos más significativos… Ninguna fiesta es para disfrutarse a solas; invitamos a la gente que queremos y tiene un significado especial para nosotros. El banquete de bodas -sinónimo de gran felicidad- sigue siendo una de las expresiones de fiesta más comunes en todas las culturas. La necesidad de hacer fiesta brota de lo más profundo de nuestro ser; por eso embona con naturalidad con lo religioso, aunque… Celebrar la vida en sus momentos clave invita a elevar la mirada más allá del momento presente: vislumbra el banquete eterno.

No nos extrañe que Jesús no se pierda ni una sola invitación a las fiestas. Realiza su primer signo sobre el Reino en una fiesta: un banquete de bodas. En este ambiente festivo anuncia el Reino de Dios y celebra gestos que hacen vislumbrar la plenitud de la vida: crea lazos con los considerados pecadores, sana enfermos desahuciados, libera de males atribuidos a los demonios, trae la salvación a quien acepta creer en Él. Con frecuencia compara el Reino de Dios con un banquete de bodas, el gesto de alegría compartida más común para el ser humano.

En el camino hacia la Pascua dirá a Zaqueo, en un banquete, ‘la salvación ha llegado a esta casa’. Jesús habla todos los días del Reino de Dios y nos invita a entrar en él por medio de parábolas y hechos liberadores. ¿Hay mejor explicación que un banquete de bodas? El Reino de Dios es la respuesta de Dios a las más profundas aspiraciones del ser humano. La grandeza de su misterio nos desborda, sobrepasa infinitamente las posibilidades de ideologías y nuevas tecnologías.

El mensaje de este domingo es que al Reino se entra por invitación, como a una boda. Lo más grande de la vida y de la plenitud del Reino sólo se alcanza cuando aceptamos la invitación de Dios Amor. Nuestro drama es la posibilidad de no aceptar porque pensamos que nuestros intereses son más importantes. Responder a la invitación es aceptar la gratuidad del amor, ponerse el traje de boda, revestirse de Jesucristo. El vestido nuevo del bautismo tiene que ver con el traje de la fiesta del Reino. La Eucaristía es el banquete de bodas por excelencia en nuestro existir y peregrinar.

Dichosos los invitados al banquete del Señor, también en tiempos demandantes y complejos… Aunque no sea octubre.

Con mi afecto y bendición.

+ Sigifredo

   Obispo de/en Zacatecas


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