Reflexionando el evangelio | Mudos y sordos

Reflexionando el evangelio | Mudos y sordos

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo B

 

“Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

Marcos 7, 31-37

Oír y hablar son capacidades que vienen ordinariamente en el paquete de la vida del ser humano. Con los años pueden mejorar, sufrir deterioro, perderse parcial o totalmente. En el trayecto del vivir pueden recibir una oportuna ‘ayudadita’, conservarse bien y aportar al sujeto buenas dosis de seguridad en las relaciones humanas y, también, una sonrisa a flor de labios y un concierto inolvidable para los oídos. Pero, ¡es septiembre 2024!

 

No nos imaginamos sordomudos. Cuando conocemos a una persona que ha perdido estas capacidades nos quedamos mudos, sin palabras; el oído pierde a su mejor aliado y aumentan las dificultades para entrar en comunicación… La sabiduría divina y humana contenida en la Biblia reprocha duramente a quien se burla de personas que viven con estas limitaciones.

 

Jesús se manifiesta cercano a las multitudes, éstas lo escuchan y se sorprenden de su poder y autoridad. Sana a los enfermos, expulsa demonios, hace oración, enseña; no se limita al círculo que le imponen sus familiares y las costumbres de su pueblo. Todo lleva la finalidad de proclamar la buena nueva del Reino de Dios que es el anuncio gozoso de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Ésta genera una forma diferente de entender la vida, relacionarse, enfrentar la enfermedad, la injusticia y el dolor. En el Evangelio escuchado, cura integralmente a una persona que no oía, ni hablaba, es decir, no creía que Jesús era el Mesías, ni podía proclamarlo.

 

La curación no fue la obra de un otorrinolaringólogo de aquel tiempo. La narración recalca detalles que no son propios de un hospital: sin asepsia, a la intemperie, sin firmas de garantía, con trato único. Todo parece indicar que hay algo más que una cirugía exitosa. Se trata de las maravillas que obra la fe en Jesús, tal como lo experimentaba y celebraba la primera comunidad de discípulos. No es casualidad que el gesto que hace Jesús permanezca en el rito del bautismo.

 

¿Qué acontece? Antes de ser curado, el sordomudo es un no creyente, vive encerrado en sí mismo, no puede comunicarse con sus semejantes, ni con Dios. Al creer en Jesús se le abren los oídos del corazón y puede hablar con él y de él a la comunidad. Oír/escuchar/hablar/comunicar es propio del que cree y acepta a Jesús. La fe ayuda a escuchar con claridad, libera, rompe ataduras, capacita para hablar sin miedo.   

 

Hoy tenemos la oportunidad para examinar los diferentes tipos de sordera y mudez que impiden la escucha de la Palabra de Dios y las historias de nuestros hermanos. Quizás en cada uno de nosotros hay algo del sordomudo del Evangelio. También tenemos la posibilidad de que Jesús nos grite amorosamente: “¡Éffetá!” (¡ábrete!). La curación total está al alcance de la fe en Él.

 

Que Dios bendiga nuestra patria con autoridades y ciudadanos capaces de escucha y con la transparencia de la verdad en el hablar y el vivir para los demás. La mentira y las mentiras no tienen futuro; son una falta de respeto al ciudadano…     

 

Con mi afecto y bendición.

 

+ Sigifredo

  Obispo de/en Zacatecas

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