Reflexionando al Evangelio | Vayamos al desierto

Reflexionando al Evangelio | Vayamos al desierto


“El Espíritu llevó a Jesús al desierto; ahí lo tentó el demonio”.

Lucas 4,1-13


Con el humilde signo de la ceniza hemos iniciado el camino cuaresmal que tiene como destino final la Pascua del Señor y la nuestra. Tiempo fuerte, exigente, actual, siempre oportuno… para hacer el viaje a nuestro interior -sede de nuestra identidad personal- y revisar los pormenores de nuestro ser y misión en la vida, la Iglesia y el mundo. Somos invitados a hacer el camino iluminados y animados por la gracia de Dios, apoyados por la comunidad cristiana, pero… no por el ambiente de guerra que nos envuelve.  


La cuaresma cada año tiene sus particularidades; la de 2022 carga todavía con las restricciones y secuelas sanitarias ya conocidas, la pérdida de seres queridos y las trágicas huellas de la sangre de la violencia asesina. Sin embargo, quien se deje llevar por el Espíritu siempre encontrará los modos de ir al desierto, a su desierto, en la ciudad y en campo abierto, en la calle vacía y en el estadio semilleno, en la pantalla y en el silencio... De nosotros depende si vamos, o nos quedamos en nuestras zonas arboladas.   


Ir al desierto, como lo hace Jesús, significa tomar una decisión que compromete el hoy y la misión hacia el mañana. Aparentemente en el desierto no hay nada, no pasa nada, no implica compromiso de nada...  Sin embargo, atreverse a ir al desierto, es preguntarse sobre lo básico en la vida: quién soy yo, qué sentido tiene la vida ante pandemias y violencias asesinas, cuál es mi misión ante tantos y urgentes retos; lo básico para sobrevivir y vivir con dignidad y sentido. Ir al desierto se convierte en la prueba de las pruebas; ahí se decide todo… y todo es todo. Jesús, antes de iniciar su misión se deja conducir por el Espíritu. Es el momento de la decisión que marcará el camino a seguir.  


En el primer domingo de Cuaresma escuchamos la experiencia de Jesús en el desierto. El diablo le presenta diversas ofertas tentadoras; Él las escucha, escudriña, discierne, capotea… y las vence con la palabra de Dios en el corazón y en la boca. Son las mismas tentaciones que continuamente aparecen en nuestro camino. Jesús nos muestra el camino a seguir para luchar, rechazar y vencer. 


¿Qué ofertas tentadoras y seductoras nos ofrece el diablo en estos días de inseguridad y violencias de todo tipo? Las mismas que enfrentó Jesús: los torbellinos del placer por el placer, el poder por el poder, el tener por el tener; la pérdida del sentido de la existencia, los abusos de poder, la manipulación de Dios; sobrellevar la vida con mediocridad, la indiferencia hacia el prójimo, la negación práctica de la fe en Dios… Éstas son, quizás, las tentaciones mayores que enfrentamos en nuestros desiertos urbanos. Cuando las consentimos tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y hacia nosotros; comprometemos seriamente la convivencia fraterna-pacífica-solidaria y hacemos peligrar la salvación eterna.  


Vayamos con Jesús al desierto esta Cuaresma. Venzamos la tentación de quedarnos instalados en nuestras seguridades y zonas de confort. 


Con mi oración, aprecio y bendición.


+ Sigifredo

   Obispo de/en Zacatecas


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