Radar económico y financiero | ¿Aprendimos las lecciones del pasado económico?

Radar económico y financiero | ¿Aprendimos las lecciones del pasado económico?


En estas épocas de fantasmas y leyendas, sería interesante preguntarnos si habremos aprendido algo o nos sigue persiguiendo el terror de la recesión económica. Razonemos los principales riesgos para el crecimiento económico



Raúl Rodríguez Márquez*


En estos tiempos en que vemos cómo los criterios macroeconómicos con que fueron aprobados la ley de ingresos para 2023 son incongruentes con la realidad, que nuestra recaudación fiscal es una de las bajas de la OCDE y que nuestros principales impuestos, como el IVA o el ISR, siguen cayendo, o que la inflación en la canasta alimentaria refleja tasas de 16%, o que las finanzas de las principales empresas productivas del estado, como Pemex y CFE, reflejan impresionantes pérdidas económicas y, sin embargo, seguimos subsidiando a las gasolinas, no nos queda más que preguntarnos ¿va bien nuestra economía?

Los principales riesgos para que no alcancemos un crecimiento siguen estando presentes: alta inflación, incertidumbre, freno en inversión fija bruta, deterioro en las finanzas públicas, posibilidad de recesión fuerte o moderada en EU y las posibles sanciones comerciales con ese país.

La depreciación del peso frente al dólar, el desequilibrio de la balanza comercial y de la cuenta corriente, el endeudamiento público y privado, así como la falta de sostenibilidad de la política fiscal, son fantasmas que viven en la mente de los mexicanos desde hace 50 años. Se les considera como causa de todas las recesiones que hemos vivido.

En realidad, son consecuencia de los desequilibrios acumulados durante los años previos a cada crisis que el país ha enfrentado; en esencia, sintetizan los resultados de la estrategia de política económica adoptada durante el gobierno en turno.

Una desaceleración o una recesión económica nos recuerdan que los desequilibrios se deben corregir y que el costo de hacerlo en el mediano y largo plazo es mayor que el de realizarlo a tiempo.

Por ello, la economía mexicana deberá ponderar adecuadamente los pendientes que se acumulan y que deberán atenderse durante los próximos 3 años.


El futuro ya nos alcanzó

La evaluación del T-MEC será uno de ellos y es inevitable porque está suscrito en el tratado. En principio, sería deseable que los tres países tuvieran una agenda mínima sobre los aspectos estratégicos a considerar, lamentablemente no existe. Dicha situación deja abierta la puerta para que cada nación ponga sobre la mesa lo que considera prioritario para sus intereses y, con ello, se pierde el sentido de región.

De no resolverse anticipadamente las divergencias en materia energética, laboral, automotriz y sobre el medio ambiente, se acumularán con las presiones geoestratégicas establecidas en el T-MEC: la relación con economías que no son de mercado (China y Rusia) y la triangulación comercial. Estados Unidos presionará.

Bajo dicho contexto, la relocalización de empresas globales en México, el famoso “nearshoring”, tendrá el riesgo de verse restringido por los desacuerdos.

El tiempo corre para apostar por una estrategia de política industrial regional, (aunque con tristeza vemos que no trae un solo peso en el presupuesto de egresos 2023), que permita llegar a acuerdos benéficos para todo el T-MEC.

El segundo desequilibrio es el déficit comercial de México: (-) 25.3 mil millones de dólares durante los primeros nueve meses del 2022, la mayor cifra en lustros.

La tendencia es que al final del año la cifra rebase los (-) 30 mil millones de dólares y que, en el extremo, alcance los (-) 40 mil millones.

Dicho déficit es insostenible porque implica un mayor endeudamiento, público (50% del PIB) y privado, de México. Lo único que evita el desequilibrio en la cuenta corriente es la entrada de remesas, algo que depende del mercado laboral de Estados Unidos.

¿Entonces, cómo corregir el desequilibrio comercial?

La carta a Santa Claus es elevando exportaciones, que es el único motor de la economía con buenas señales, o el fomento a lo Hecho en México.

El mecanismo contingente es la depreciación de la moneda y el freno económico: 1995 es un fantasma, y nos da terror el imaginar que podría presentarse.

El tercer elemento por considerar es la sostenibilidad de la política fiscal. Desde hace 25 años se conoce que no existe: los ingresos del sector público no bastan para enfrentar la deuda y los pasivos contingentes (por ejemplo, pensiones, de lo cual ya hemos hablado en esta columna).

Las proyecciones realizadas en el año 2000 señalaban al 2020 y el 2025 como las fechas límite para encontrar una solución: el próximo gobierno deberá iniciar su gestión con una Reforma Hacendaria para elevar ingresos y tener un uso eficaz del gasto. La tarea no será fácil.

Los tres elementos mencionados constituyen obligaciones ineludibles que el sector público tendrá que enfrentar, al mismo tiempo que observa la magnitud y duración de la desaceleración de Estados Unidos.

Como hemos mencionado en anteriores colaboraciones, si no se corrige el camino, podría darse una crisis de finanzas públicas al inicio de la siguiente administración federal.

El tiempo corre y vamos lentos



*Analista político y financiero

Presidente de grupo consultor Ragash



**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.


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