La Familia | El valor de la sana diversión

La Familia | El valor de la sana diversión

“Haz al menos una cosa divertida todos los días”

Susana Sánchez*

Ahora que nos encontramos inaugurando los festejos de los próximos meses y a propósito de los diferentes eventos que se llevan a cabo en nuestro estado, es importante hablar de la diversión, la cual, cuando se vive de manera correcta aporta muchos elementos valiosos a nuestro desarrollo y al de nuestra familia.

Lo eficaz es buscar actividades recreativas que sustituyan nuestras labores cotidianas por otras que requieran menos esfuerzo, sin descuidar nuestras obligaciones y que nos permitan crecer en valores humanos, facilitando el desarrollo físico, intelectual y moral de los nuestros.

Todos buscamos divertirnos de alguna u otra manera, no obstante, debemos cuestionarnos si todas las alternativas de diversión que se nos presentan realmente permiten desarrollar lo mejor de cada uno de nosotros y sacan nuestra mejor versión, o si, por el contrario, dejamos dormir nuestra ética a la hora de divertirnos y nos apartan de nuestro objetivo de ser y de formar mejores personas, sacando lo peor de cada uno.

La solución radica, según mi punto de vista en la correcta elección de la diversión y en la moderación de la misma, saber elegir según nuestros gustos y controlar nuestras muchas ganas de divertirnos, dedicando solo el tiempo necesario sin caer en excesos.

Además, hay que reconocer que actividades van con nuestro estilo de vida familiar, independientemente de que a todos los demás les guste o a que esté de moda o sea la tendencia en redes sociales. Es decir, a la hora de elegir, debo reconocer si lo que veo o hago realmente corresponde a una sana diversión, a una que nos lleve a distraernos, a aprender nuevas cosas, a generar nuevas amistades y a crecer humanamente.

Si lo que nos divierte nos deja al final un mal sabor de boca, tal vez no sea el lugar o el tipo de diversión correcto, esto es, si nos da risa, pero nos da pena, si no es algo que después podamos replicar con nuestros amigos o si al final de la diversión nos da cierta resaca moral o física, entonces tal vez no sea algo que nos convenga. Si el pasatiempo que elegimos incluye, por ejemplo, una excesiva violencia, vulgaridades, inmoralidades, prácticas contrarias a nuestra propia espiritualidad, si despierta el morbo, la codicia o la agresividad o fomentan vicios, lo más seguro es que nos estamos equivocando al elegir como y con qué divertirnos.

La diversión en niños y adolescentes debe ser siempre supervisada y aprobada por los padres, no hay que confiar en su criterio porque este apenas se está formando, a veces ni nosotros como adultos muchas veces no damos ejemplo de buenas elecciones.

Los planes de esparcimiento deben ser también moderados, realizarlos el tiempo necesario, teniendo cuidado en el tiempo que le dedicamos a la diversión, sin excedernos y dejando de cumplir con nuestras obligaciones; habrá que cuidar también nuestra convivencia familiar de modo que también nos ayude a descansar y recobrar fuerzas. Saber dejar la diversión oportunamente es un ejercicio de la voluntad que debemos ejercitar.

Todas las aficiones nos pueden llevar a una sana diversión, existen infinidad de alternativas para pasar un buen rato, darnos la oportunidad de conocer más, desarrollar nuestras capacidades y habilidades y fomentar la amistad.

Cuando comprendemos y asimilamos el valor de la sana diversión somos capaces de disfrutar con una mayor conciencia, de comprender, de apreciar y de ser más felices, paladeando cada momento de la diversión elegida y sintiéndonos mejor, con una actitud optimista y de cara a la vida.


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