La familia | Amables siempre
“El que siembra la cortesía cosecha amistad y el que planta la bondad reúne amor”
Susana Sánchez*
La amabilidad es esa virtud que hace que las personas se sientan queridas, aceptadas, vistas. Nos refiere a la disposición a ser generosos, comprensivos y considerados con los demás, implica actuar con respeto, cortesía y empatía.
Es la actitud que tenemos para reconocer la dignidad de las personas y es consecuencia directa de esa dignidad que todos tenemos por el simple hecho de ser personas.
La amabilidad. Es la “hermana pequeña” del amor. Es lo que hace a las virtudes acogedoras y reales. no falsas y presumidas. La amabilidad nos lleva a hacer grata la vida. La amabilidad hace que los demás florezcan y saquen lo mejor de ellos mismos.
Parece que está demostrado que las personas deprimidas o ansiosas que se esfuerzan en ser generosamente amables mejoran su ánimo y su actividad neurológica. Tienen mayor rendimiento y en general, funcionan mejor y se sienten más contentos.
Cuenta un señor que hace años yendo a la universidad, dos personas encontraron a un inmigrante pidiendo limosna en la calle, uno se detuvo y se agachó y le dijo: “oiga, ¿y usted cómo se llama?”. El hombre levantó la mirada sorprendida. La pregunta volvió: “¿cómo se llama usted?”. Y este señor dijo: Genaro —“Mucho gusto Genaro, me llamo Miguel. Oiga, ¿y usted suele estar aquí?” Y el señor puso cara de pues, no tengo a dónde ir y respondió: “Pues sí”. —“Oiga, ¿y le gusta el café?”. —“Sí”. —“¿Cómo le gusta el café?”. Pues con leche. Y entonces entraron a un café y compraron un café y un pan y se lo dieron. Tiempo después lo vieron; no pidiendo dinero, sino barriendo con el equipo de barrenderos de la ciudad.
Pues ser amables ayuda a las personas a redescubrir dónde reside su dignidad. Nosotros les recordamos a la gente su dignidad cuando los tratamos con amabilidad, con cariño. La primera manera de ser amables es dar tiempo, estar con alguien como si no existiera otro. Sirve también ponerles atención, decirles palabras que edifiquen y que les reconozca que son valiosos.
En el núcleo familiar, la amabilidad es fundamental para el bienestar emocional y social de sus miembros ya que genera un ambiente seguro, de aceptación y apoyo donde todos se sienten valorados, dignos pues.
Además, las interacciones amables promueven la autoestima y la resiliencia y actúa como un pegamento excelente que une a la familia, creando lazos fuertes y duraderos.
Ser amables enriquece la vida de todos, todos se sienten queridos y dignos; influye en el desarrollo de valores y comportamientos positivos, preparando a nuestros hijos a construir comunidades sólidas, compasivas, empáticas y cordiales.
Enseñar a muertos hijos a ser amables y lindos les dará la capacidad de ser agradables en su comportamiento, a vincularse sanamente con otros, a ser aceptados por todos, a generar confianza, a ser acogedores con los demás y a saber reconocer en todos su dignidad de personas y de hijos de Dios.