Hablemos de seguridad… y algo más | La socialización y criminalización
“La socialización es el proceso por el cual la criatura indefensa se va convirtiendo gradualmente en una persona consciente de sí misma…”
Diego Varela de Leon*
Lo social aparece como un resultado de la vida humana con los otros hombres, conforma y transforma al hombre. El hombre no nace social, se hace social, pues desde que nace forma parte de grupos humanos, en términos generales el primero es la familia, para luego ser incorporado a otros grupos, entres sus pares, en la escuela, la iglesia, etc. Las personas mantienen relaciones sociales a partir de la participación en dichos grupos, ocupa un status, cumple roles, cumple modelos indicativos de comportamiento (pautas), es decir, participa activamente de la vida social. Esto implica que el hombre es miembro de una sociedad determinada, con todo lo que ello significa principalmente en la adopción de una cultura en común.
Y recordamos lo que Anthony Giddens cita al respecto “La Socialización es el proceso por el cual la criatura indefensa se va convirtiendo gradualmente en una persona consciente de sí misma, con conocimiento y diestra en las manifestaciones de la cultura en la que ha nacido”. Que al igual para Craig Calhoun, Donald Light, Suzanne Keller, quien cita que: “La Socialización es el proceso de adquisición de creencias, normas y valores que se esperan socialmente de nosotros como miembros de una sociedad o grupo social particular.
En este sentido podremos decir que el entorno en el que vivimos, nos marca las pautas y conductas a seguir, indiscutiblemente somos producto de estas pautas y roles que se nos han marcado como situaciones “buenas” y “malas”, dictadas por las principales instituciones tales como la propia familia, la religión, y el estado.
Las nuevas estructuras que nos marcan las estructuradas en bloques económicos globales, han cambiado de una o de otra forma en todos los sentidos el devenir de la sociedad, y a la par de estos cambios vertiginosos, y por supuesto a los que de alguna u otra forma pegan esos cambios son a los más vulnerables que desprovistos de las herramientas elementales de subsistencia, y es en esa precariedad económica en la que algunos se orientan a realizar tales o cuales actividades no propias para el bien común, en las que en teoría podría decirse derivadas de esas carencias económicas, y en ese sentido nuestros jóvenes se están yendo por el camino equivocado de las drogas y que en muchas veces son presa fácil para la delincuencia organizada, pues al carecer de principios tanto morales, religiosos, culturales, de educación entre otros, ven en actividades no propias la más rápida vía de escape a su mundo, a uno distinto que se les plantea que es “mejor” y que con esa condición mejoraran su realidad económica personal y familiar, estos factores socioculturales y socioeconómicos tienen mucho que ver con el índice de criminalidad que está experimentando nuestro país, amén de que en el pasado los problemas nodales no se atendieron a tiempo, si bien hay que estar ciertos de que la pobreza no es un factor determinante de la socialización y criminalización pero si de alguna u otra forma incide para que esto se dé o no se dé.
Los retos que nos plantea nuestra realidad, considerando que cada uno es parte importante de esta sociedad y en la que indiscutiblemente todas y todos tenemos mucho que ver y es claro que tenemos que cambiar a la par de las nuevas pautas que estamos viviendo, en el sentido de la construcción de una nueva sociedad que traiga consigo mejores estadios de vida, en el tenor de que: lo que no hagamos el día de hoy las nuevas generaciones lo lamentaran el día de mañana, y no podremos disculparnos al no haber prevenido y tomando medidas al respecto después de sufrir las devastadoras consecuencias de los actos antisociales.
Por lo anterior recordamos las letras de Juan José Millás quien asienta que “A veces las ideas son como esos zapatos viejos que nos resistimos a tirar porque resultan comodísimos. O como ese sillón en el que dormimos la siesta desde hace veinte años y del que no estamos dispuestos a desprendernos de ninguna manera. Hay ideas que de tanto usarlas han adquirido ya la forma de nuestro cuerpo, que se acoplan a nuestras necesidades como un útero. Dentro de ellas no nos puede pasar nada, y por eso las defendemos a muerte. Lo malo es que, en la misma medida que nos protegen del entorno hostil, nos limitan. Por ello, hay que tener el valor de cambiar de zapatos, de desprenderse del sillón, de poner en cuestión las opiniones que utilizamos como un dogma de fe para protegernos de la incertidumbre.
*Libre pensador, amante de la música, la lectura y el deporte
**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.