Hablemos de seguridad… y algo más | Del pasado al presente
“La globalización e incertidumbre son parte de la misma realidad del mundo en que vivimos”
Diego Varela de León*
Al ver nuestro paisaje urbano con hombres, mujeres, adolescentes y niños, que por obvias razones visuales y auditivas a todas luces no son de nuestro país, vienen a mi mente pasajes del pasado muy presentes en nuestros días; y es en este contexto cito uno de los lugares que me han dejado marcado por todo lo que me toco observar; corría el año de 1994 y tuve la oportunidad de estar de visita de trabajo en Chiapas, en particular en el municipio de Comitán de Domínguez, a solo unos paso de la frontera Sur de nuestro país con el vecino país de Guatemala, donde mi razón no me dejo lugar a la imaginación, cuando observas a todas luces la red de corrupción que existía en todos los sentidos, la delincuencia transnacional con sus tentáculos que abraza al pobre y alcanza al desprotegido, las misericordiosas gentes que dan comida a los miles de hermanos centro americanos que viajan a bordo del tren, mejor conocido como la bestia que se llena y se vacía en la estación de Arriaga, Chiapas, un tren lleno de ilusiones, melancolías y desventura.
Finalizando el siglo XX una ola recorrió el mundo bajo la palabra globalización, una ola que avanza y se introduce acríticamente en países y regiones, que es económica y también cultural, que habla de mercados emergentes cayendo estrepitosamente, que muestra avances económicos, concentración de riqueza y expansión de la pobreza, que divide transversalmente a la sociedad, genera ilusiones y desilusiones, que conduce a una profunda incertidumbre. Así la globalización e incertidumbre son parte de la misma realidad del mundo en que vivimos y que repercute directamente en nuestras ciudades, esos entrañables espacios artificiales donde cada sociedad se representa a sí misma, intentando convertirlos en depositarios de sus aspiraciones individuales y colectivas
Los Estados vistos como polos o centros nodales de diferentes naciones, áreas regionales o continentales emergen como referentes jurídicos-institucionales de primera instancia para la consolidación de los sistemas democráticos latinoamericanos y para la protección de los derechos de sus habitantes. Particularmente en momentos históricos en que salvados los peligros de gobiernos de facto y golpes militares que lesionaban con su sola presencia toda posibilidad de Estado de Derecho, ahora la delincuencia transnacional se erigió como un nuevo peligro para el mantenimiento de la equidad en el desarrollo de las políticas sociales y en la protección de los Derechos económicos, políticos, culturales, de salud, libertad de expresión, así como los más elementales derechos a los que toda persona debe gozar irrestrictamente por el simple hecho de ser personas.
La creciente precarización de las condiciones de trabajo, el desempleo y la corrupción, el deterioro de la vida institucional y el debilitamiento de la democracia representativa sin alternancia suficientemente ágil hacia otros mecanismos participativos, impactaron de lleno sobre el tejido social y económico de nuestras ciudades. El resultado no pudo ser más devastador. Pues si bien los sectores de pobreza estructural no vieron modificada sustancialmente su situación de escasa o nula participación en la distribución de la riqueza, si se agudizo una profundización de la marginalidad que agregó a los tradicionales indicadores de pobreza (altos índices de morbi-mortalidad infantil, embarazo precoz, escaso rendimiento y desgajamiento escolar, alcoholismo, drogadicción etc.), la creciente aparición de otros flagelos como el narcomenudeo, el narcotráfico, el tráfico de personas, la tata de blancas, la venta de órganos, violencia familiar, la delincuencia infantil, la inseguridad ciudadana, adicciones, destrucción del medio ambiente, trabajo infantil, delincuencia transnacional etc, característicos de los procesos de pauperización extremos.
A esto se agregó la aparición de miles de nuevos pobres. Ex trabajadores que sufrieron la extinción de sus fuentes de trabajo con las nuevas estructuras de contratación implementadas en los gobiernos neoliberales, y con ello toda cobertura social, sin alternativa ni redes de contención previstas. Estos sectores, que gozaban de la condición de ciudadanía, y se identificaban con una filiación política gremial, que veían posibilidades de desarrollo y podían soñar algún futuro, hoy abandonan las instituciones o mejor dicho fueron abandonados por ellas. Y porque cito lo anterior porque aun cuando en esta temática muchos se atrevan a afirmar que la delincuencia es una cosa del presente, considero salvo mejor opinión están en un error, pues sin lugar a la equivocación es por no haber hecho nada o muy poco en el pasado y es que de ese pasado heredamos varios de los factores que inciden para que haya delincuencia, y es el caso del trasiego de drogas que se da por la frontera Sur, donde miles de personas son utilizadas para trasladar droga a nuestro país.
Y precisamente de lo antes asentado y solo por citar de manera sencilla parte de nuestros problemas, hoy se hace necesario un franco planteamiento de políticas en el tema de la prevención, así como de los mecanismos de afirmación y protección de los derechos para salvaguardad la integridad jurídica de los ciudadanos. Estos Estados (México - Guatemala), quizás como nunca, se enfrentan a conflictos supra estructurales que a veces escapan a sus propias posibilidades de resolución. En realidad, existe gran cantidad de problemáticas que trascienden las competencias y responsabilidades de la administración, es por eso, que la gestión del Estado adquiere particular relevancia, y la búsqueda de respuestas a estas demandas parte del convencimiento de que no existe una política jurídica, económica y social diferenciada. Hay, sí, una política donde lo social está presente en todas y en cada una de las acciones que lleva adelante el Estado.
En un estado de exclusión social hay inseguridad no sólo para los excluidos sino para la sociedad en su conjunto. Es el momento en que la promoción y defensa de los Derechos Humanos pase a ser un imperativo político -social de primera magnitud. Frente a esta realidad creo que existen dos alternativas; donde la primera sea seguir los lineamientos de la habitual cultura burocrática de los organismos públicos donde decir “esto no se puede”, o “no es de nuestra competencia”, se traduzca en todo lo contrario como asumir el desafío de desarrollar un nuevo concepto de Estado haciéndolo más moderno, eficiente y eficaz, ampliando su capacidad de competencia, de investigación y de gestión, e igualmente ampliando su rol de ejecutor y garante de una seguridad social, económica, cultural, de educación, libertad de expresión etc.
En nuestros días hay una tendencia en las presentes administraciones encaminadas a la acción y planteamientos de una mejor seguridad ciudadana, mediante la construcción de paz entre instituciones y ciudadanía, donde se presentan acciones de cambio en todos los sentidos, iniciando en la actuación de los mismos agentes de la ley con una visión distinta en la Prevención del Delito, encaminado a prevenir los problemas desde una perspectiva integradora con más acciones de prevención en vez de reacción, más educación, más cultura, entre otras tantas acciones que inician desde las instituciones y pretenden incidir en el núcleo principal de la sociedad como lo es la familia y solo así lograremos reducir esta brecha tan inmensa que tenemos en tantos temas y uno de estos es precisamente el de la seguridad pública.
*Libre pensador, amante de la lectura, la música y el deporte
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