El espectador | Día de Muertos
“La muerte es profundamente, humana”.
Alex Bravo*
Hace apenas dos mil años, el hombre se creía el centro del universo, el heredero de toda la vida y el único ser con descendencia divina. Pero no hace más de doscientos años atrás, que la perspectiva cambió. La teoría evolutiva vino a romper todo el paradigma, ya que evidenciaron que compartimos ancestros con todos los animales que pueblan el planeta. Pero, ¿Qué diferencia al hombre del resto de los seres vivos que hay en nuestro planeta? La conciencia de la finitud. Nuestra reacción ante la muerte de los otros, es una característica.
Hachikō, es un perro que mostró al mundo una cosa, que algunos animales pueden extrañar y lamentar cuando alguien cercano a ellos, muere. Pero ningún otro ser vivo, que no sea el hombre, honra a sus muertos con algún ritual. Algunos estudios evidenciaron que solo un pariente lejano era capaz de experimentar el sufrimiento por la pérdida de sus seres amados, y que contaba además con la suficiente capacidad de abstracción para asumirse como un ser finito, por lo tanto, actuaría para honrar su pérdida.
Imaginemos por un momento, hace casi 50.000 años, en el mundo viajaba un pequeño grupo de neandertales, y de repente, observan que uno de ellos cae, se desvanece, muere. Impactados por el suceso, lo rodean, lo intentan levantar, le gritan, lo tocan, lo jalan, hasta lo golpean pensando que, con ello, podría reaccionar. Quizás uno del grupo, con suficiente capacidad de observación, comprende que ha sucedido lo inevitable, y de repente ocurre algo inesperado. Toman el cadáver, lo entierran intencionalmente y con el sumo cuidado. Antropológicamente hablando, podemos decir que, en ese instante, la humanidad comenzó cuando empezaron a crear rituales en torno a la muerte, en ese momento la muerte del otro, nos recordó nuestra propia muerte, y la forma en que queremos ser enterrados, tal vez, hasta recordados.
Sartre, citó que moriremos dos veces, la primera, el día en que como ese neandertal nos
desvanecemos, la segunda: “El día en que dejen de recordarnos”. Estos días, mantenemos vivos a nuestros muertos, cada vela prendida en un altar o en el cementerio es la memoria viva de alguien que, aunque físicamente dejó de estar, sigue estando presente a través de la luz encendida por otros, día de muertos, es una fiesta para honrar a los que ya no siguen, es alguien que no ha muerto por segunda vez, porque sigue presente en la memoria de un ser humano. Año con año, los honramos, porque un primer o segundo día de noviembre, nos ayuda a recordar lo que importa. ¿Te imaginas un año sin S’ui K’ien (fiesta de muertos en Mazateco) una de las características que nos hace ser humanos, desaparecería junto con la poca o mucha vida que queda cada que recordamos a nuestros muertos.
“El fin del mundo es una realidad. Se produce cada segundo, en algún lugar del mundo. Cada vez que un ser humano se vuelve hacia la pared y exhala su último suspiro, un mundo se sumerge en la nada, un infinito desaparece para siempre. Pero hay un consuelo; en cada embrión nace un nuevo cosmos”. (Friedhelm Moser) Un nuevo cosmos que honra la existencia del anterior y que lo mantiene vivo, a través de los recuerdos, de las historias, de las ofrendas, de la memoria.
Hasta la próxima.
F.H.E.