Andar las vías | El maltrato infantil no es moda ni está en tendencia
“Pequeños así, van creciendo entre las calles y a veces por lástima, el vecino conocido comparte sus alimentos con ellos…”
Luna Morena*
Conozco mujeres que por gusto de ellas decidieron no ser mamás, a pesar de contar con los medios suficientes para formar y sostener dignamente a una familia. Cada una de ellas tiene sus porqués de esta decisión, que muchas veces vienen a ser un ejemplo fuerte y una muestra grande para todas aquéllas, que teniendo descendencia educan a sus hijos con golpes, gritos y malas palabras, pensando que es una manera segura de que ellos vallan por el buen camino.
Esto a veces no da el resultado pensado, porque ignoran lo que están sembrando en la memoria de los pequeños y en su corazoncito. Instruir al pequeño de esta forma tan mala, tan equivocada y abusiva, va cortando todo vínculo que debía de ser familiar, pero con los continuos castigos empiezan a considerar a la mamá como una enemiga, como la peor progenitora y antes de tenerle afecto y cariño; empiezan por tenerle un miedo terrible y el mayor de los desprecios.
Sentimientos que empiezan a demostrar a tan pocos añitos, porque con solo divisar su arribo a la casa, corren a esconderse o a estar en el lugar donde ella les ha dicho que los quiere encontrar. Con sus pupilas nubladas de lágrimas y su pequeña estructura amoratada de miedo, aguardan el castigo de ese día. Costumbre mala de ella, quien parece disfrutar sometiendo de esta forma, aquella inocencia que la naturaleza le permitió engendrar, dándole la gracia de poder ser mamá.
Observando esta forma de vida totalmente en contra de su descendencia; mi pensar es y seguirá siendo en contra del infinito, por haber permitido a esta clase de mujeres que pudieran tener hijos, los cuales nunca pidieron venir a este corrompido mundo, con una madre sin sentimientos buenos, sin corazón de madre y sin sangre protectora entre las venas.
Pequeños así, van creciendo entre las calles y a veces por lástima, el vecino conocido comparte sus alimentos con ellos, mientras observa su pequeña estructura toda castigada sin motivos, sin culpas y sin merecerlas. Quienes los ayudan con comidas, ropa, o con algo de dinero; lo hacen de corazón, sin preguntar nada, porque de sobra conocen que ellos no contestaran nada, puesto que traen tatuadas entre su memoria infantil, lo chillantes gritos de su mamá fea.
Un día creí que se había presentado la oportunidad de conversar con mujeres amargosas y salió a colación su visceralidad ya conocida; pero ella como Gabino Barrera no entendían razones, ni las aceptaban y si todo estaba azul, ellas decían que era verde y de ahí nadie las sacaba, ni las hacían cambiar y al referirse a sus hijos, contestaban que nadie tenía que meterse en su familia, que como eran muy sus hijos, los iban a educar como como a ellas le diera su mucha gana, porque como madres que eran de ellos tenían el derecho de hacerlo.
Me atrevo a decir que no soy la única persona en atestiguar esta clase de maltratos en contra de sus niños; que teniendo toda la inocencia sin culpa y el comportamiento natural de un pequeño de su edad; estén siendo castigados por algo que no saben, por lo mucho que desconocen y el porqué de tanto dolor desde sus primeros pasos.
Por madres como estas, muchas veces surgen los padres irracionales, los peores vecinos, los seres desalmados, las bandas juveniles; los drogadictos compartidos, los ladrones nocturnos y los grupos malos que sienten placer al saberse temidos. Con estas prácticas que se reafirman cotidianamente, no será posible la sanidad social, la vida sin dominación, la salud espiritual, ni el esparcimiento acostumbrado; tampoco se podrán evitar que vengan las consecuencias sociales y laborales; esas que en un corto futuro pueden ralentizar el desarrollo económico colectivo e individual de la gente. Que las belicosas se pongan con una de su tamaño, a ver de cual pellejo salen más pistoleras.