A Q U E L A R R E | El uso de la pirotecnia ante los riesgos naturales y el miedo social
“Deberíamos todos en pensar la conveniencia –o necesidad- de usarla, dejando atrás tradiciones o cultura”.
Tanya Ortiz*
Estas fiestas decembrinas fueron el pretexto idóneo para que grandes y pequeños anduvieran prendiendo juguetes de pirotecnia, de bajo, menor y alto calibre se podría decir.
Desde los famosos cerillitos, cebollitas y palomitas, hasta los volcanes, abejitas, cuetes y petardos. Todos de venta completamente legal y regulada por las autoridades, tanto municipales en cuanto a padrón de comercio y protección civil, como de vigilancia de seguridad con corporaciones policiacas y elementos del Ejército Mexicano.
Fueron muchos los puestos ambulantes y tiendas en donde se vendieron de estos juguetes de pirotecnia y, además, se instalaron varios puestos en lugares “seguros” para la venta exclusiva de estos productos, cada uno con las medidas de seguridad que exige la protección civil, como tener un extintor y un bote con arena a la mano.
La otra parte de estos requisitos es la obligatoriedad que debe tener una capacitación para el manejo de pirotecnia, acciones preventivas y reactivas ante algún incidente, por menor que fuera, tanto con los compradores, como en los propios puestos.
No son desconocidos los casos graves en los que la quema de pirotecnia en puntos donde se almacena, se fabrica los juguetes o se prenderán los llamados castillos de pólvora, ha ocasionado graves lesiones a quienes los manejan y daños patrimoniales en los inmuebles alrededor.
De ahí la estrecha vigilancia ante la venta de estos artefactos explosivos, pero hay otros dos aspectos que no estaría de más que las autoridades valoraran para que se permita su venta y si se permite, que fuera sumamente restringida:
por un lado están las personas que presentan el espectro autista, quienes son hipersensibles al sonido que causa el ruido de las explosiones de la pirotecnia, altera su sistema nervioso y las hace sufrir ante el bombardeo de los cuetes; junto con ellos, las mascotas domésticas, sobre todo los perros, que realmente padecen cuando se detona la pirotecnia.
Si bien es cierto, no podemos generalizar, ni con todas las personas que padecen autismo ni tampoco con todas las mascotas, hay múltiples reportes médicos en los que queda asentado el alterado estado emocional en que se ponen unos y otros cuando hay pirotecnia y, en términos generales, un gran porcentaje de ellos padece las explosiones el sonido.
Por otro lado, la ola de violencia que nos tiene a todos con el alma en un hilo nos asusta sobremanera cada vez que escuchamos el tronido de las palomitas porque se asemeja a balazos; cuando los vidrios de nuestras casas se cimbran al estallar los cohetones o petardos, pues pareciera que detonó una granada, o cuando escuchamos pasos que corren y personas gritar, para escapar de la onda expansiva del montón de cebollitas a las que prendieron fuego.
Esta violencia que a todos nos asusta, nos tiene preguntando si será de balazos el sonido de esas explosiones. La gente que ha tenido el infortunio de estar cerca de donde ha habido una agresión con arma de fuego, le aseguro que vive con el pendiente de volver a escuchar una balacera y saber que alguien murió.
Y vaya que Guadalupe, donde vivo, es un pueblo cohetero. Es demasiado continuo el uso de la pirotecnia en este pueblo mágico. Diario me pregunto a qué santo se estará festejando esta vez, antes de preguntarme si ya habrán matado a alguien.
Aquí es donde me pregunto si a esos jóvenes y adultos no les preocupa abonar a la preocupación y un estado emocional frágil de mucha gente que ha padecido la violencia, que es autista o tiene mascotas en casa que están al punto de las convulsiones por el temor que les causa la pirotecnia.
Deberíamos todos en pensar la conveniencia –o necesidad- de usarla, dejando atrás tradiciones o cultural. Necesidad…