Soliloquio | El grinch y villa quién
“Creámoslo o no, cuando entra diciembre la mayoría caemos en una fase hipnótica y como el camarón: nos dejamos llevar por la corriente”
Christian M. Barraza Loera*
¡Advertencia! Comentario chairo.
Seguro estoy que alguno de mis tres lectores tiene entre sus conocidos a un “Grinch” o “Sr. Scrooge”: personas amargadas que para estas fechas no hacen más que quejarse y evidenciar lo mucho que odian la navidad. En menor o mayor medida, todos hemos conocido o sido uno de estos personajes: apáticos ante las celebraciones, cero participativos en los intercambios, críticos de moda navideña (adornos y vestimentas) y poco tolerantes con la felicidad (ruido) infantil.
No se crea que todos estos síntomas son una proyección del que escribe -bueno sí-; pero ¿qué puede ocasionar que alguien sienta o pase por un momento Grinch o Scrooge? Verán, no es necesario escarbar demasiados.
Independientemente de los traumas infantiles que hagan tenerle aversión a la época navideña, hay otros elementos que más que darnos felicidad, nos estresan en esta época, por ejemplo: los gastos (posaditas, intercambios, regalos). Y nótese que lo digo en plural porque no solemos entrar a un solo intercambio, ir a una sola posada y dar un solo regalo.
El problema no es participar y formar parte de las festividades, sino, que el común asalariado, godín o empleado, no gana lo suficiente y mucho menos recibe un jugoso aguinaldo que le dé para gastos innecesarios; es más, se tiene que elegir entre participar en el fervor festivo, pagar deudas o comprar cosas verdaderamente útiles. Es aquí donde hacemos el primer cuestionamiento: ¿cuánto tengo o me queda para las festividades?
Habrá en Villa Quién (Zacatecas), quienes sin problema sobrelleven la temporada ¡que bien! Pulgar arriba; otros quiénes que a duras penas la logren, pero también, habrá quiénes estén contando y ahorrando los pesos para la cuesta de enero que cada año se viene como los fines de semana para muchos: devastadora, cruda, seca, triste, moralmente destruida y con un panorama desolador.
Aunque este último comentario suena muy fatídico, recordemos que la realidad supera la ficción.
Retomando, creámoslo o no, cuando entra diciembre la mayoría caemos en una fase hipnótica y como el camarón: nos dejamos llevar por la corriente. Empezamos a planear -haya dinero o no- las fiestas, donde puede faltar la cena, pero no la bebida; vemos las calles saturadas de gente comprando cosas que no necesitan o gastando en regalos que terminarán en la basura o destrozados por algún niño.
Basta con darse una vuelta por el centro comercial y centro histórico (histérico para estas fechas), para ver lo sobresaturado de personas. Un mejor ejemplo lo encontramos en la película del “Grinch”, cuando todos los habitantes de “Villa Quién” están en un estado histérico comprando regalos, mientras Lucy Lu se cuestiona si eso es la navidad: sólo dar regalos.
Bueno, el soliloquio de hoy va por ese rumbo. Hace una semana mis papás fueron a la Central de Abastos a realizar sus compras, a la salida los abordaron un par de jóvenes que, según la descripción de mi mamá: se cubrían de la lluvia y el frío con un par de bolsas negras; era un grupo de migrantes que esperaban el tren y pedían a quienes pasaban por ahí cualquier tipo de ropa que pudiera cubrirlos.
Cuando llegaron a la casa, mi mamá se fue directo a sacar suéteres y playeras que dejamos de usar hace tiempo, para llevarlas a los jóvenes antes de que pasara el tren. Nuevamente de regreso, ella siguió con una sensación de preocupación por la cantidad de migrantes que se aventuran sin saber cómo está el clima para estos lados. De lo que claramente no se daba cuenta, es que, para ese grupo de jóvenes, mis papás, como seguramente otra gente a hecho, dieron un regalo con mayor valor y significado que cualquier otro.
En resumen, cuando llega diciembre nos preocupamos por satisfacer necesidades efímeras que corresponden meramente al ámbito social, imponiéndose incluso a las verdaderas necesidades individuales. ¿Acaso no estaría mejor ofrecer uno o dos obsequies a personas que en verdad lo necesiten? Al menos evitaríamos o sopesaríamos el crudo bajón de enero al revisar el estado de cuenta; sentiríamos una mínima satisfacción al haber hecho un presente a alguien que sí lo ocupara.
Reconozco también que hay personas que llevan a cabo estas dinámicas desde hace tiempo, dando regalos a niños o personas de escasos recursos y lo mejor de todo, es que lo realizan sin afán de lucro, sin tomarse una foto que presuma su “buena acción” y que a futuro le sea más redituable.
Finalmente, entendamos que navidad, día de muertos y cualquier otra festividad institucionalizada, es un evento político, económico y social que hace circular las diferentes “villa quién”, convirtiéndose en eventos que como péndulo hipnótico nos permiten sobrellevar los diferentes sube y baja de la realidad capitalista (sorry not sorry por mi comentario chairo).
*Historiador, docente, investigador de minorías religiosas, a veces podcaster y liberal: multitask
Correo electrónico: crisbalo1984@gmail.com
Facebook: Christian Chichimeca Barraza