La familia | Lo bueno, lo bello y lo verdadero

La familia | Lo bueno, lo bello y lo verdadero

“Admirar lo bello, proteger lo verdadero, venerar lo noble, realizar lo bueno, conducen al hombre a sus metas en el vivir, a lo recto en el hacer, a la paz en el sentir, a la luz en el pensar, a trascender”

 

Susana Sánchez*

 

Dentro de la existencia del ser humano, se ha buscado siempre el perfeccionamiento. Tendemos a experimentar para poder llegar a lo que nos lleva a ser mejores personas y que nos ayuda a llegar a nuestras metas, cumplir nuestros objetivos y buscar la trascendencia.

Existen tres valores de la humanidad que nos llevan de manera segura a este fin último al que todos aspiramos: lo bueno, lo bello y lo verdadero. Son valores universales que en el transcurso de la vida se deben de mantener en equilibrio y con pocas variaciones para poder seguir conservando su esencia y seguir siendo válidos y constitutivos para el hombre.

Para los antiguos filósofos, los trascendentales, como se les llama a estos valores tienen una unidad que es la que los hace justamente valiosos, no se deben separar para así poder coexistir y conservarse.

Así, lo verdadero es la conformidad mental de la inteligencia con la realidad, lo que es con lo que representa, es la adecuación de lo que se sabe a lo que se manifiesta, la coincidencia material con todo lo que es, o de otro modo explicado, es lo que es.

La bondad, por su parte se aplica a lo bueno que cada persona posee, al valor que le damos a las cosas, pero no solo subjetivamente sino en referencia a lo que nos hace bien. Cada persona es buena en la medida en que es, y más valiosa en la medida en que busca su propia perfección y alcanza su fin según su naturaleza, esto es, viviendo como debe vivir, como persona.

Por último, lo bello, es todo aquello que nos causa un sentido de complacencia, de satisfacción, de gozo, plenitud o realización, es algo que resulta del conocimiento y aprecio. Lo bello podría ser un tanto más subjetivo que lo bueno y lo verdadero, pero lo verdaderamente bello tiene, según Santo Tomás, tres elementos: integridad, claridad y proporción; de otro modo no estamos hablando de belleza.

Un ser es bello en la medida en que es también uno, bueno y verdadero, siendo así la belleza la síntesis de los trascendentales.

Cada valor de los que hoy tocamos expresa un aspecto de realidad, si consideramos las cosas y las personas como una, indivisible, indeterminado, en relación de la mente es verdadero, en relación a la voluntad es bueno y deseable y en relación a lo que nos provoca es deleitable y bello entonces podemos hablar de lo que nos lleva a la perfección humana.

Toda esta reflexión tiene por objetivo llevarnos a hacer un análisis profundo de lo que hemos visto en la reciente inauguración de los Juegos Olímpicos de París, si cada uno cree que lo que ahí se hizo nos lleva a un nivel superior como seres humanos o si de plano estamos viendo el declive de la humanidad. Pensemos que estamos haciendo con el maravilloso regalo de la inteligencia que se nos ha dado.

Personalmente considero que ha sido un muy desafortunado espectáculo que en nada aporta a los valores que nos llevan a ser más que solo criaturas; han exaltado lo contrario a lo que aquí hemos escrito, no tienen nada de bello ni de bueno ni mucho menos de verdadero, sino todo lo contrario. Nos venden la idea de que podemos ser lo que queramos, sin tomar en cuenta nuestra esencia, nuestra humanidad, nuestro valor y nuestra dignidad de personas.

Tenemos la magnífica oportunidad de revertir lo que nos hace retroceder como especie y elegir, primero dentro de nuestro núcleo familiar lo bueno, lo bello y lo verdadero.

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