Reflexionando el evangelio | ¿Un pueblo sabio y prudente?

Reflexionando el evangelio | ¿Un pueblo sabio y prudente?

“Dejan a un lado el mandamiento de Dios para aferrarse a las  tradiciones de los hombres” 

Marcos 7, 1-8.14-15.21-23  

Terminamos agosto 2024 con las tareas del regreso a la escuela, la  incertidumbre del sistema educativo y lo que será en los ‘treinta días  que siguen’… Comenzamos septiembre -mes cargado de  evocaciones históricas- con el inicio de legislaturas y gobernantes  estatales y municipales, miradas esperanzadores y, al mismo tiempo,  preocupantes. En el transcurrir del mes, personas, familias,  escuelas, actores políticos… tendrán que hacer ajustes. ¿Los sueños,  metas y esfuerzos personales e institucionales contribuirán a formar  un pueblo sano, educado, solidario, trabajador, justo, sabio,  prudente, alegre, participativo?  

La memoria del pasado y la promesa de un futuro todavía por venir  constituyen el antes y el después de la vida presente. Los estudiantes  inician o continúan una etapa/grado donde tendrán que desarrollar  su potencial para seguir aprendiendo el emocionante arte de vivir.  Los servidores públicos –los que terminan y los que inician- viven  días y momentos tensos e intensos donde el aprendizaje del arte de  gobernar es puesto a prueba.  

Individuos, familias, escuelas, autoridades, se necesitan  mutuamente para crear un ambiente sano donde todas las personas  e instituciones se desarrollen y aporten al bien común. La fe en Dios  ilumina el camino, proporciona presencia amigable, anima, orienta,  da sentido, fortalece. ¿Un pueblo sabio y prudente será el fruto  visible en un futuro cercano?  

El pueblo de Israel, llamado a ser un pueblo sabio y prudente  (primera lectura) ante los pueblos vecinos, fue cayendo en el vicio de  un ritualismo vacío, sin compromiso en el arte de vivir y gobernar. La  vida interior, el prójimo, la fidelidad al Dios de sus padres, no  importaron. ¿Recuerdan la imagen de la higuera que tuvo que ser  cortada? El corazón humano se puede corromper, pervertir, engañar,  apostarle a la mediocridad y a la venganza. Es la queja de Jesús en  el Evangelio al hablar de lo puro y lo impuro en relación con  personas, tiempos, alimentos. 

La Palabra nos invita a ir al interior del corazón humano para ser  sabios y prudentes, gestores de fraternidad, servidores solidarios,  obreros de un mundo más humanizado. De ahí sale lo bueno y lo  malo, los grandes ideales y también las más atroces perversiones.  

Al terminar agosto e iniciar septiembre tenemos la oportunidad de  volver a plantear lo básico de la vida en casa, la escuela, la sociedad,  el estado, la Iglesia. Si fuéramos los únicos habitantes en el mundo  no se necesitaría sabiduría, ni prudencia; el amor no tendría sentido.  La educación de personas, familias y pueblos es el medio  indispensable para el desarrollo y el progreso. Educar para  transformar personas y sociedad debe ser el objetivo de políticas  públicas y motivar todo esfuerzo personal y comunitario.  

Volver al Jesús del Evangelio es vital para que nuestros ritos  septembrinos no se queden en remembranza vacía y nostalgia sin  futuro. Un pueblo mexicano sabio y prudente es posible si nuestra fe  en Cristo es accionada e interactuada en todos los ámbitos  educativos y gubernamentales... Por sus frutos se conocerán, nos  dice el Señor de la historia.  

Con mi bendición septembrina.  

+ Sigifredo  

Obispo de/en Zacatecas


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