Reflexionando el evangelio | Personas solidarias
XXII Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A
“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo”
Mateo 16,21-27
Volver a la escuela en tiempos de cambio de modelo educativo ha implicado una serie de cruces nunca imaginadas. Es un reto mayúsculo para alumnos y maestros, padres de familia, directivos; para quienes transitamos por las calles, callejones y avenidas del año preelectoral 2023. No es fácil cambiar de planes, programas, contenidos… pedagogía. Esperamos salir adelante con la participación de todos los actores de la educación.
El domingo pasado Pedro hizo afirmaciones que le superaban y comprometían seriamente su futuro. ¿Sabría lo que decía al confesar su fe en Jesús, Mesías e Hijo de Dios vivo? Hay expresiones impactantes que pueden ocultar lo que hay detrás. Es necesario desmenuzar su contenido para vislumbrar el horizonte y acatar las implicaciones. Pedro tuvo que aceptar que Jesús le abriera los ojos para comprender bien lo que decía… y lo que le esperaba. Había pronunciado las grandes palabras; ahora tiene que ‘aprender la letra pequeña’.
Al principio, le parecía impensable que subir a Jerusalén, padecer, ser entregado y morir, entraran en el ‘paquete’ de su confesión de fe. No comprendía que aceptar a Jesús tenía algo que ver con la cruz. “Otro te llevará a donde no quieras ir…” va a resonar en la memoria de su corazón cuando vea clavos y experimente el martilleo del seguimiento. Mientras tanto, tendrá que ir aprendiendo a mirar más allá. ¡Qué largo es el camino de aprendizaje del discípulo!
“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”, afirma con contundencia, Jesús. Ve el horizonte y mira con compasión a quienes deciden seguirlo. Su invitación pudiera sonar fuera de tiempo, atrevida, sin mercado... Sin embargo, tomarla en serio es indispensable para vivir plenamente.
Se trata de aceptar la vida de cada día (decisiones, personas, acontecimientos, virus, sueños, aulas, libros de texto…) y vivirla desde la perspectiva de Jesús. Pablo, años después, enseñará a los cristianos de Filipos que “tengan los mismos sentimientos de Cristo” en toda circunstancia. La cruz es el signo supremo del amor de Dios. Tomarla es hacer la señal de la cruz todos los días, aceptar sus consecuencias y apostarlo todo en su seguimiento.
“¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?”. El fruto grande de la vida está en aceptar, asumir y vivir de acuerdo con la cruz redentora de Cristo. Elegir otro camino sería condenar la vida a una esterilidad egoísta… Sabemos bien las consecuencias engañosas, destructoras, fatales, de la autorreferencialidad.
Vamos a necesitar personas solidarias que nos ayuden a cargar la cruz durante el nuevo ciclo escolar. Nosotros podemos ser esos cireneos audaces, generosos, críticos, para muchas personas que se caen y quedan tiradas en las cunetas de la ignorancia comodina. En muchas ocasiones, la vida que anuncia el ciclo escolar, no es lo que uno quisiera. Encontrar personas que acompañan a otros en sus viacrucis puede ser la diferencia. ¿Nos sumamos?
Con mi afecto y bendición al iniciar el mes de septiembre.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas