Reflexionando el evangelio | La vida primero

Reflexionando el evangelio | La vida primero

V Domingo de Cuaresma. Ciclo C

 

“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”

Juan 8, 1-11

 

La mujer que escuchó la sentencia “tampoco yo te condeno” le debió haber sonado a nueva oportunidad para recomenzar su vida. No hay duda que quien es perdonado levanta la cabeza, vuelve a confiar en la vida, acepta que el proyecto de Dios es mejor que el propio y se pone en camino. Como escuchamos el domingo pasado, la misericordia genera vida, la fecunda, la hace bullir de nuevo, tiene el futuro que procede del siempre activo amor misericordioso de Dios. 

 

Por esta razón, la tradición litúrgica de la Iglesia llama a este domingo, el domingo de la vida. A quince días de la Pascua, Lucas afirma categóricamente que Jesús apuesta por la vida perdonando los pecados y salvando a la pecadora de morir apedreada. Al perdonar a la mujer y poner en evidencia (también con misericordia) a los acusadores, abre la puerta de la vida a quienes iban a morir irremediablemente. 

  

Jesús inaugura el único comportamiento que tiene futuro: el perdón que concreta la misericordia y vuelve a la vida a quien ha pecado. Con su pregunta, denuncia a quienes se hacen pasar por buenos condenando a muerte a otros. No niega la verdad del pecado de aquella mujer y el de sus acusadores. Afirma que la única forma de volver a la vida es el perdón, no la condena que en muchas ocasiones oculta los propios pecados. Queda claro que la mujer volvió a la vida gracias a la compasión de Jesús y a su disponibilidad honesta.   

 

La lección es muy clara: si perdemos el sentido del perdón nos convertimos en personas sin entrañas, nos deshumanizamos. Necesitamos la experiencia de ser perdonados para poder construir una convivencia fraterna, pacífica, reconciliada. Así se entiende el rito de despedida de Jesús hacia la pecadora: “Vete en paz y ya no vuelvas a pecar”. Es el futuro al que dispone el Evangelio de la Pascua para nuestras pascuas de cada día.

 

El último domingo de Cuaresma es una buena oportunidad para preguntarnos por los gestos de vida que hacemos y promovemos con nuestro comportamiento. Quizás no hay mejor apuesta por la vida que caminar siendo servidores, profetas y apóstoles de la vida, la misericordia, el perdón, la reconciliación y la paz. No podemos ser artesanos de la paz si condenamos a muerte a inocentes no nacidos y a nacidos a quienes llamamos adversarios. Solamente la bondad de quien perdona puede construir una vida digna y abonar por la salud de las relaciones humanas y la amistad social. 

 

La nueva evangelización a la que nos convoca la Iglesia pasa por reflejar la misma actitud de Jesús: curar/sanar sin preguntar por el origen de esas heridas. Simplemente curar acercando el poder sanador del perdón. Curar, dignificar, humanizar debiera ser el nombre de la misericordia en acción en los escenarios emergentes de nuestro tiempo donde fácilmente se condena a muerte a quienes se oponen a los propios intereses. A veces nuestras leyes sentencian a muerte por ser lo ‘políticamente correcto’.

 

Les abrazo y bendigo con espíritu de misericordia.

 

+ Sigifredo

   Obispo de/en Zacatecas

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