Reflexionando el evangelio | Doscientos doce años después

Reflexionando el evangelio | Doscientos doce años después

XXV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

 

“No pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Lucas 16,1-13

 

La semana que recién termina ha tenido colores, sabores, sonidos, recuerdos, añoranzas, informes de gobierno… También ha suscitado cuestionamientos, dudas, preocupaciones, indiferencias… junto con alabanzas, gritos de mexicana alegría, sueños... Son fechas significativas con diferentes resonancias de acuerdo al entorno, la generación, el entusiasmo  y… el dinero disponible.

 

Al mirar la inconfundible figura del padre Miguel Hidalgo y Costilla en billetes, pantallas, cartelones… he vuelto a reflexionar sobre una inquietud que ha rondado en mi cabeza desde hace años: ¿Por qué Hidalgo hizo lo que hizo? ¿Anhelo de libertad? ¿Ambición de poder? ¿Dinero? ¿Generosidad de espíritu? ¿Compromiso de la fe? ¿Amor al prójimo oprimido? ¿Justicia social? Lo mismo pudiéramos preguntar a quienes participaron desde el inicio del movimiento de independencia y también ahora, año 2022.

 

Doscientos doce años después es muy difícil conocer sus verdaderas motivaciones, intenciones, intereses. Ha habido muchos intentos de aproximación a las personas, influencias, contextos, hechos, conquistas…  Se han dado tantas interpretaciones cuantas lecturas se han hecho de acuerdo al cristal de los ojos lectores. La verdad de las personas, sus obras y su entorno, están ahí. Sobrepasan generaciones y fechas. El misterio de la intencionalidad de las personas sigue abierto.

 

Quizás el padre Hidalgo leyó, meditó y proclamó el Evangelio que escuchamos este domingo septembrino. No estoy seguro qué interpretación dio a su lectura y qué tanto influyó en sus decisiones. ¿Qué aprendería del servidor aparentemente infiel? ¿Qué pensaría del patrón confiadamente generoso de la parábola? ¿Lo referiría al Padre generoso de la parábola del hijo pródigo? ¿Se miraría en la inteligencia del trabajador que prevee y prepara con astucia su futuro? ¿Y el dinero que había de por medio? ¿Y los acreedores de la parábola, de Dolores y alrededores? Son preguntas que surgen a propósito de la Palabra de Dios y de las palabras de los hombres y mujeres que ‘nos han dado patria y libertad’. A mi parecer, nadie decide y actúa sin cierta dosis de ambición mezclada con generosidad. ¿Cuál prevalecería/prevalece?

 

El Evangelio que escuchamos y los acontecimientos de la historia que conmemoramos estos días son espacios donde Dios nos habla y actúa, siempre para nuestro bien. La lección de este domingo y de estos días ‘patrios’ es clara: el discípulo de Jesús debe discernir antes de decidir y actuar. El seguidor de Jesús queda constantemente emplazado a vivir la experiencia del encuentro con Dios para ser su testigo en clave de generosidad, con los brazos bien abiertos para abrazar a los acreedores de todo tiempo.

 

La tentación de la ambición por el poder y el dinero está acechando en cada esquina. Me imagino al hombre ambicioso frotándose las manos en la espera de que algún incauto caiga en sus redes. La generosidad que se hace solidaridad es el mejor antídoto para que la ambición no se adueñe del territorio de las motivaciones e intenciones.  Parafraseando lo que decíamos cuando jugábamos a las cartas: generosidad ‘mata’ ambición, la controla y encauza.

 

Con el afecto solidariamente mexicano y mi bendición generosa.

 

+ Sigifredo

   Obispo de/en Zacatecas

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