Pasión por el deporte | La obsesión estética

Pasión por el deporte | La obsesión estética

“El deporte jamás debería ser utilizado para esconder las carencias internas con estética externa”.

José Ortega Ramírez*

El culto al cuerpo es un fenómeno que emerge con fuerza en nuestra sociedad. El deseo de tener un físico esbelto, esculpido a imagen y semejanza de los grandes iconos del cine, de la música y el deporte.

Algunos lo confesarán; otros, no, pero la razón estética activa la práctica deportiva porque se considera que, a través de ella, uno puede esculpir el cuerpo según su voluntad, liberarse de aquellas áreas de grasa o zonas de flacidez que deslucen la imagen corporal.

En los grandes mensajes publicitarios se nos presenta la perfección masculina y la perfección femenina, a través de cuerpos deslumbrantes.

Se impone de este modo una tiranía estética que violenta el propio cuerpo y que, en algunos casos, acaba generando patologías y desórdenes de tipo alimentario, que tienen consecuencias en el plano psicológico y emocional.

Como apuntan los psicólogos y sociólogos, la mayoría de las personas no se gustan, no se sienten bien en sus propios cuerpos; en algunos casos, no se aceptan, se odian por el cuerpo que tienen, desearían ser diferentes y viven en tensión con su dimensión corporal.

Es innegable que el ideal del cuerpo esbelto, joven, musculoso, pone a los individuos a “trabajar” y a gestionar su cuerpo, a imponerles limitaciones serias. La norma tiránica de la delgadez hace que las mujeres en particular vigilen continuamente lo que pesan y lo que comen, que quieran remodelar su silueta hasta el extremo de parecer “esclavas del aspecto”.

No es extraño, por lo tanto, que cuando se acerca la temporada de verano y muchos ciudadanos desean lucir su cuerpo al aire libre, sienten con más ímpetu la necesidad de practicar deporte.

El fin estético es lo que activa esta práctica, aunque no siempre se alcanza el objetivo propuesto.

La mala conciencia de lo que se ha comido, de lo que se ha fumado o bebido es lo que los conduce al autocastigo que supone, para ellos, el deporte.

En este contexto, el deporte se convierte en una tarea puramente instrumental, en un medio para conseguir el codiciado cuerpo.

No es vivido como una práctica de liberación emocional, sino como un suplicio.

Dentro de esta lógica, la práctica deportiva es vivida como una forma de sacrificio, como un castigo de los dioses o, peor todavía, como una penitencia que hay que pagar para expiar los pecados de la vida excesiva.

En definitiva, el deporte es un arma de doble filo. Si se practica de una manera correcta y saludable, es la mejor prevención de enfermedades y el mejor modo de mantenerse física y mentalmente sano.

Por el contrario, utilizado como vehículo para tener una mejor apariencia física, lleva a la obsesión por la imagen.

Caer en ese error significa convertirse en esclavo del propio cuerpo y de la propia imagen y conlleva a tener no solo problemas físicos, sino también mentales.

Lo saludable pasa, una vez más, a ser dañino y perjudicial.

Para evitar caer en ese agujero negro, es imprescindible trasmitir la esencia del deporte y educar a la ciudadanía.

El deporte jamás debería ser utilizado para esconder las carencias internas con estética externa, sino que, por el contrario, debería ser el instrumento a través del cual se mejoren esas carencias internas, y la mejora externa debería de ser la consecuencia del crecimiento interior.

*Escritor e instructor profesional en ciencias aplicadas al futbol. 

Facebook: José Ortega Ramírez

Correo: jor0231&hotmail.com



**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.

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