Pasión por el deporte | Deporte: espectáculo, sensacionalismo y morbosidad
El mundo del deporte debe luchar por recuperar su razón de ser y su finalidad en la sociedad
José Ortega*
El deporte no es un elemento ajeno a la sociedad del espectáculo, del sensacionalismo y de la morbosidad. El consumo masivo de deporte a través de los medios de comunicación social tiene mucho que ver con el factor espectáculo.
En efecto, el deporte, contemplado desde la perspectiva del espectador, es una fábrica de emociones y un universo de incertidumbres. Ninguna competencia está determinada a priori, ninguna competencia está ganada antes de efectuarse. Debe ser ejecutada y sólo después se puede hablar de vencedores y vencidos. La novedad y lo imprevisto forman parte de la vida deportiva. Por todo eso, el deporte es uno de los grandes espectáculos del mundo.
El espectador desea entretenerse, necesita dosis de entusiasmo en su vida y el deporte de masas es un recurso para obtener esta pequeña ración semanal. Convertida en espectáculo para las masas, la práctica deportiva pierde su esencia, su naturaleza.
Es evidente que en el deporte pueden tener lugar episodios heroicos, momentos espectaculares, genialidades imprevisibles, remontadas inimaginables, pero el fin del deporte no es el espectáculo ni la audiencia de las masas.
El deporte, como parte importante de una sociedad a la hora de adquirir unas señas de identidad, ha sido colonizado por las garras del consumismo. De ahí ha pasado rápidamente a ser catalogado como espectáculo para ser consumido por las masas. Los medios de comunicación no han dudado ni un momento en incluirlo como uno de los productos más importantes en el intento de entretener a las grandes audiencias, convirtiéndolo de esta manera en un negocio.
También, abunda otro fenómeno en nuestra sociedad: el sensacionalismo. El objetivo es generar sensaciones fuertes, conmocionar al espectador. El deporte televisado nos deja imágenes impactantes, episodios de sufrimiento y de dolor, pero también momentos estelares que despiertan la sensibilidad del espectador.
Con todo, no se debe confundir el fin con los medios. El fin de la práctica deportiva no es excitar las sensaciones del espectador ni estimular su naturaleza emocional. Cuando solo se busca el sensacionalismo, el deporte pierde su auténtico significado. Entonces las cámaras sólo prestan atención a lo más notorio y extravagante, lo cual traiciona la naturaleza del deporte, que es de lo más prosaico.
Este sensacionalismo se mezcla fácilmente con la morbosidad. Existe el secreto deseo en el telespectador de contemplar sufrimiento, épica, riesgos y retos difíciles de desarrollar. Todo esto hace aumentar la audiencia.
El espectador goza con el sufrimiento ajeno, disfruta con ese derroche de energías y pundonor. El hecho de que suceda esto, provoca que el deporte haya pasado de ser una herramienta de formación, de educación y de desarrollo social sostenible a ser un entretenimiento de masas y ha perdido de esta manera, toda su esencia.
No importa cómo se juegue, cómo se compita, cómo se comporten los deportistas, ya que lo importante es que exista algo con lo que entretenerse. De esta manera, los por desgracia muy habituales malos ejemplos son emulados por los niños y jóvenes instantáneamente, y dejan una huella difícil de borrar.
El mundo del deporte debe luchar por recuperar su razón de ser y su finalidad en la sociedad. El concepto del deporte como espectáculo de masas debería desaparecer en tanto en cuanto no puede ser tomado solamente como tal.
Debería ser reorientado a su verdadera naturaleza y retomar en la sociedad su rol de motor de desarrollo humano, pasando de ser visto como un mero espectáculo de masas a ser considerado una actividad que, por supuesto, tiene una parte importante de diversión, pero combinada con su faceta formadora y educadora.
*Maestro, entrenador e Investigador en Ciencias aplicadas al Deporte, Colegiado Docente, Capacitador, Conferencista Internacional y Máster en Programación Neurolingüística y Neurociencias aplicadas al deporte