Los misterios de la existencia | ¿Nos tranquilizaría o nos angustiaría?
“Nacemos para morir”
Alejandro Bravo Pérez*
Dicen que nacemos para vivir, pero si uno lo piensa, en realidad “nacemos para morir”. Todos los días algo de nosotros está muriendo y a la vez puede estar cambiando o creciendo. En cada momento que existimos, estamos también perdiendo un poco de lo que estamos siendo.
Pensar en la posibilidad de muerte, es estar en tensión. Es reconocer que la muerte, es el final de todo recorrido. Y, aunque genera angustia pensar en esta opción, es un tema que, si no se reflexiona desde el propio sentir, no habrá entonces una pauta para una vida con mayores significados y menos auténtica. Se vivirá, corriendo el peligro de caer y orillándose a una existencia mediocre, arrinconándose a una vida en pausas y postergaciones.
¿Cómo que una vida mediocre y menos auténtica? pienso en esas personas que, si saben que va morir, y que día a día lidian primero con su enfermedad que genera un diagnóstico terminal y después, con sentir que el tiempo no les va alcanzar para hacer todo lo que quieren. Saber que no se puede dejar nada para mañana, porque no hay garantía para sucesos futuros. Es una sabiduría que solo adquieren las personas que están viviendo en el presente.
La muerte no es algo de lo que podamos escapar, ni evadir. Deberíamos darnos un tiempo, para la reflexión, para el pensamiento y meditar la posibilidad de poder dejar de estar con otros. Pero ¿por qué no lo hacemos? Porque al hacerlo, podemos experimentarnos angustiados. Y ¿qué es lo que nos hace sentirnos angustiados? La posibilidad de que esos vínculos desaparezcan.
Es la muerte de los otros, lo que recuerda la propia fragilidad en este mundo. Una fragilidad que ante la pérdida, duele, y que, frente a la indiferencia de otros, puede hacernos sentir muy solos.
La muerte es más allá de solo ser el final de un recorrido, porque es también el impedimento de concretar cualquier proyecto.
El ser humano desaparece, para ser entonces un cadáver. Un cuerpo sin vida, en donde las emociones se evaporan. Los sentimientos se diluyen como lo harán los huesos conforme pase el tiempo. La pasión y la euforia, serán desplazadas por la explosión de los órganos. ¿Y qué es lo que queda al final? un bulto frío y sin posibilidad de moverse. La muerte, arrebata todas las posibilidades. La flama de la vida, se extingue.
Cuando se mira a alguien morir, no estamos solamente hablando de la muerte del otro, es pensar en la propia, a la vez de nadie. El problema es no saber cuándo moriremos, ni la forma en que lo haremos. Aunque lo supiéramos ¿nos tranquilizaría o nos angustiaría?
El problema es no querer reconocer que una parte de nosotros está muriendo, está dejando de ser y que el tiempo no se detiene. Pienso en las arrugas que se marcan cada día más en mi frente. Las miro como una señal del tiempo limitado que tengo. Que mi juventud se está desvaneciendo poco a poco.
Desde que nacemos, lo hacemos ya con la misma posibilidad que todos tienen y comparten. La de desaparecer en cualquier momento. Y puede ocurrir de diversas formas, es repentina, violenta, silenciosa o llamativa. Qué triste destino el de todo ser vivo y que padece. Uno del que no se puede escapar, ni evitar. Al final, somos seres arrojados en una constante caída. Y dejaremos de estarlo, cuando no se goce más vida.
Mi nombre es Alex Bravo y cuento con la formación como Terapeuta Existencial y solo quiero externarte, que si en un momento, sientes que algo no va bien y que frente a lo que sea que estés sintiendo, no estás sola, no estás solo. Ya sea a distancia o de manera presencial, estoy con la mejor disposición de escucharte.
Hasta la próxima.