La seguridad y la nación | Los límites de la libertad

La seguridad y la nación | Los límites de la libertad

“Ahora que se pone tan de moda el tema de la libertad de expresión, surge la pregunta, la libertad de expresión significa, ¿decir lo que yo quiera?, esa libertad ¿tiene límites?, ¿hasta dónde llegan esos límites?”

 

Hugo Rafael Sánchez González*

La libertad de expresión es un derecho humano básico, constitucional, fundamental e inherente y necesario a la naturaleza humana, consagrado en los artículos 6 y 7 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por lo tanto, la pregunta en concreto a ¿existe libertad de expresión en México? La respuesta es sí, pero ¿esto significa que Usted puede decir lo que le venga en gana sin que nadie le diga nada? Pongamos algunos ejemplos.

En el 2006, el ahora presidente de México López Obrador, se declaró presidente legítimo de México, donde durante seis años golpeó al entonces presidente Felipe Calderón, ejerciendo precisamente ese derecho a la libertad de expresión, sin que tuviese consecuencia legal alguna, argumentando sobre el supuesto fraude electoral, sin embargo esas declaraciones no tenían consecuencia alguna, aunque tampoco pruebas sobre esos argumentos.

El lenguaje sin duda sirve para expresar ideas, y es ahí donde debe fluir carente de límite alguno, sin importar lo que se pretenda expresar, pero el lenguaje no solo sirve para eso.

Un ejemplo para pretender entender mejor esto. Cuando yo le prometo a alguien que mañana iré a realizar algún trabajo de mantenimiento en  su casa, no solo estoy expresándole una opinión sobre el mundo, estoy también haciendo algo: comprometerme a ir. Eso que hago (mi compromiso) suena a una buena acción en el caso que acabo de poner, porque algo repararé.

Pero también podría ser una mala acción. Fijémonos en el caso de las extorsiones: cuando una persona viene a decirme que: o le doy dinero o mañana me causará un daño físico, tampoco está solo expresando ideas sobre el mundo (como haría, por ejemplo, un meteorólogo que predijeran que mañana lloverá). En realidad, está haciendo algo con sus palabras: está amenazándome. Prohibir sus amenazas no sería, pues, limitar su libertad de expresión: sería limitar su capacidad de hacer otra de las cosas que se puede hacer con el lenguaje, aparte de expresar ideas: amenazar.

J.L. Austin estaba convencido de que muchos de nuestros problemas filosóficos venían de que no habíamos aprendido a distinguir entre estas dos funciones del lenguaje: una para constatar hechos u opiniones sobre el mundo, otra para hacer cosas en el mundo (Austin llamó a esta segunda función “performativa”). De similar manera, creo que muchas dificultades para entender la libertad de expresión provienen también de ahí, de no distinguir entre expresar ideas y hacer otras cosas con el lenguaje: algunas de ellas, perfectamente censurables.

Así, es fácil entender que alguien que grita “¡fuego!” en el teatro para causar pánico no está tampoco “dando su opinión”; ni el que incita a golpear a un ser humano está solo expresando: están haciendo otra cosa (participar en la acción de crear delitos un rato después de sus gritos).

Tampoco el que se pone a gritar en un cine o una conferencia, impidiéndonos a los demás disfrutar de ellos, está “expresando opiniones”: está produciendo ruido. Y hacerle callar no será ir contra su libertad de expresión, sino lograr que impida a los demás escuchar.

O, por poner un ejemplo más, el que se pone a persuadir a una niña de siete años de que mantenga una relación sexual con él, tampoco está “contándole sus ideas”: está insinuándose, y esta es una acción que podemos perfectamente optar por prohibir y definitivamente castigar.

En suma: cuando usamos el lenguaje para “hacer cosas”, naturalmente muchas de esas cosas que se hacen podrían ser ilegales o incluso punibles. Pero ello no afecta en modo alguno al derecho a usar el lenguaje para expresar opiniones, que debe permanecer ilimitado. Incluso aunque esas opiniones creen luego reacciones de ofensa en la gente: esas reacciones son ya cosa del ofendido (la prueba es que unos se ofenderán y otros no), no es la acción concreta que realizó el que meramente opinó.

Así bien, cuando el presidente de México se queja, porque el INE le censura por tomar preferencias sobre algún candidato presidencial, no está coartando su derecho a la libre expresión, por el contrario, está limitando sus expresiones sobre temas que no debe abordar por ley.

Por lo tanto, la libertad de expresión, ¿tiene límites? Claro, como todos los derechos, conlleva responsabilidades, y aunque el presidente trate de victimizarse frente al INE, lo cierto es que hay leyes que por ser mandatario, debería ser el primero en cumplir.

 

*Especialista en Seguridad Pública, Instructor certificado en Derechos Humanos por el CICR. Mtro., en Juicios Orales, Presidente de la Asociación Deltas,  Contacto: silverado_hr@hotmail.com

 

 

 

 

*Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.

 

 

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