La Familia | La familia, ¿pública o privada?

“En temas de familia, ¿qué se debe quedar en lo privado?”

 Susana Sánchez*

En esta época de proliferación de redes sociales y nuevas tecnologías de comunicación, estamos obligados a reflexionar sobre la naturaleza de la vida pública y privada, específicamente de la vida familiar.

Y es que, muchos de los fenómenos de la vida cotidiana que antes se consideraban privados, como la vida en familia, los problemas domésticos, la intimidad del hogar y muchos otros aspectos, al momento en el que se vuelven del dominio público, se normalizan como un derecho a la información y se han vuelto un rasgo muy común de la vida actual.

Cada vez más las relaciones se han vuelto más públicas, desdibujando la ya de por si sutil línea entre lo que se debe quedar en casa y lo que se debe dar a conocer. Este dilema es antiguo como la civilización, ya de entrada, los griegos solían distinguir entre lo privado – la casa, la familia, el trabajo, el ocio- y lo público –la sociedad, la política- dando pie a que hubiera una separación tajante entre estos dos órdenes de existencia, la vida propia y la vida de lo común.

Con el surgimiento del estado moderno, la esfera de lo público se va ampliando y lo privado queda cada vez más reducido al ámbito familiar exclusivamente, tradicionalmente la casa y la familia quedan y el trabajo se va a lo público.

Y todo este antecedente ser relaciona con el hecho de cómo nos hacemos de llegar información hoy en día. No existe civilización más informada que la nuestra, donde contamos con herramientas de comunicación inmediatas, a un clic de distancia y sin ninguna regulación o límite para accesar a ella. El tipo de situación comunicativa creada por estos nuevos medios electrónicos, en los cuales la recepción de los mensajes mediáticos es una forma de apropiación privatizada, está demasiado lejos del intercambio de diálogo entre individuos que se reúnen a discutir los temas claves del día.

La aparición de medios de comunicación y la prensa, coinciden con la aparición de información cada vez más detallada de la vida de las personas, de sus actividades, de sus aficiones y de sus relaciones sociales y familiares.

Esto ha traído como consecuencia principal que nuestra vida personal este expuesta al escrutinio público para todos, conocidos y desconocidos, amigos y extraños, lo cual, aunque definitivamente nos ayuda a estar mejor informados, que no necesariamente mejor comunicados, también nos hace más expuestos y vulnerables.

El auge de la visibilidad mediática que vivimos nos ha traído como consecuencias el querer compartir casi toda nuestra vida, nos hace necesitar el comunicar nuestra vida, nuestras experiencias, nuestros planes, nuestros sentimientos, emociones y hasta las cosas que nadie debería saber de nuestra vida.

En temas de familia, ¿qué se debe quedar en lo privado? Pues casi todo, la vida familiar es para ser vivida justamente en familia, para ser vivida en la intimidad y en la reserva; la familia es el espacio privado que proporciona a los individuos la seguridad de ser quienes son y de formarse para poder salir al ámbito público siendo personas de bien.

La privacidad familiar es esa dimensión de la vida de la persona que se desea mantener fuera del espacio público y comprende básicamente el cuerpo, los lugares, las relaciones y las actividades. Es una facultad que tenemos todos de poder dejar aparte o excluir a las demás personas del conocimiento de su vida personal en sus diferentes dimensiones.

El respeto de la vida privada, la intimidad, el honor, la imagen y la dignidad de la persona se custodian en el hogar; no todo mundo debe saber lo que hacemos los demás y tenemos todo el derecho de compartir únicamente lo que queremos sin ceder a la presión mediática de las redes que nos impulsan a dar a conocer todo lo que hacemos.

Esta capacidad de mantener el ámbito personal y familiar en reserva para los que queremos nos ayuda a generar espacios seguros, a conservar tradiciones y a disfrutar de manera más auténtica los momentos en familia.