La Familia | La indiferencia en la formación de los hijos

La Familia | La indiferencia en la formación de los hijos

“Los miembros de esta generación tendremos que lamentarnos no solo por las palabras y los actos odiosos de las malas personas, sino por los clamorosos silencios de las buenas”

 

Susana Sánchez*

En épocas recientes, el estilo de vida nos hace estar más ocupados, estresados y con prisa; el ritmo de vida es a veces vertiginoso y nos impide ver con claridad lo importante, atendiendo únicamente lo urgente.

Dentro de estas cosas importantes, la crianza y formación de los hijos es primordial y nosotros como padres preferimos muchas veces trasladar esta responsabilidad a la escuela, a la televisión, al celular, a las redes sociales y a todo lo que nos ahorre tiempo y esfuerzo.

Esto nos convierte en padres y madres indiferentes, que el poco tiempo que dedicamos a estar con nuestros hijos preferimos utilizarlo en diversión o en convivencia y no en enseñarles las habilidades personales y sociales necesarias para la vida.

El cuidado indiferente, según los psicólogos Garduza, Redondo y Torres, algunas características de los cuidadores indiferentes son: no poner límites, reglas y/o normas; mantener una actitud fría y distante; no corregir las conductas negativas; tener poco control sobre el comportamiento de sus hijos, dejar que hagan lo que quieran, puesto que, es la mejor manera de que no los molesten; mostrar poco afecto; ser distantes, es decir, tener poca disponibilidad para ellos; tener una comunicación escasa; no jugar con ellos e ignorar sus gustos, intereses y capacidades.

Del mismo modo, una crianza indiferente es pensar que los hijos son pequeños o inmaduros para entender las cuestiones de la vida, sin detenerse a explicar con cuidado y con la verdad.

Cuando prevalece un estilo de crianza indiferente, el desarrollo de los niños se puede ver afectado, ya que la poca atención genera en ellos un pobre auto concepto, una baja autoestima y puede provocar heridas como el abandono.

Algunas otras las consecuencias de la indiferencia de los padres sobre los hijos son: el egoísmo; la agresividad; no saber asumir responsabilidades; la vulnerabilidad a conflictos personales y sociales; escasas o nulas habilidades sociales; poca empatía hacia los demás; el fracaso escolar; mayor probabilidad de involucrarse en conductas de riesgo y demasiada dependencia emocional hacia los demás, puesto que, lo que no encuentran en casa lo buscan en sus compañeros o en otros adultos

Y esta reflexión, aunque sin meterme a fondo, sobre la indiferencia en la formación de los hijos viene mucho a colación en estos momentos en donde muchos padres no saben o no quieren enterarse sobre la calidad de la educación que se trata de introducir en las escuelas. Es inconcebible que como padres no nos involucremos en los contenidos de los libros que utilizarán nuestros hijos el próximo ciclo escolar, es nuestro derecho y nuestra obligación inalienables el saber qué es lo que nuestros hijos aprenden, estudiar, preguntar, implicarnos y sobre todo preocuparnos y ocuparnos por todo lo que está pasando con este tema.

A final de cuentas, si no somos nosotros quienes vemos por la calidad de la educación, alguien más se aprovechará de nuestra indiferencia y serán nuestros hijos quienes vivan las consecuencias, no solo educativas o intelectuales, sino la nula formación y las escasas habilidades sociales con las que contarán para su futuro.

Además, al comprometernos en la educación y en la vida de nuestros hijos les estamos mostrando que para nosotros ellos son lo más importante en la vida, lo cual les hará sentirse seguros, importantes y sobre todo muy amados.



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