La familia | La diligencia en la familia

La familia | La diligencia en la familia

“La diligencia es madre de la buena ventura”

 

Susana Sánchez*

En muchos de los ámbitos de la vida se nos exhorta a vivir con diligencia; los papás se lo pedimos a los hijos, los patrones a los trabajadores, los maestros a los alumnos; todos nos animan a actuar de esta manera, pero; ¿Qué es la diligencia y como nos convertimos en personas diligentes?

Según el Diccionario de la Lengua Española, la diligencia es “cuidado en la ejecución de una cosa. Prontitud, agilidad, prisa”. Una persona diligente es descrita como alguien “cuidadosa, rápida, activa”. La etimología de esta palabra es hermosa: “diligere, significa cuidar”.

Las personas diligentes tienen un arduo camino de trabajo duro, de responsabilidad, de confiabilidad, de perseverancia y de voluntad firme. Normalmente una persona diligente es alguien que hará las cosas lo mejor que pueda, con quien se puede confiar y que realizará todo lo necesario para terminar lo que ha empezado con autodisciplina.

Las personas diligentes tienen una meta y una visión de lo que quieren alcanzar con su esfuerzo, tienen en mente lo que les ayuda a mantenerse enfocados en la tarea, aun y cuando esta resulte difícil, tediosa o laboriosa. La diligencia es lo opuesto a la pereza.

Ahora que está tan de moda la procrastinación, que es perder el tiempo sin lograr avanzar, la diligencia toma una importancia relevante, al conseguir que la persona diligente luche por sus sueños, procure adquirir la vida que desea y consiga la felicidad.

Ahora bien, la diligencia aplicada a la vida familiar facilita de manera importante la convivencia y desarrolla en los hijos muchas otras virtudes, como el comedimiento, la laboriosidad, la empatía y la generosidad, entre otras muchas. Es parte de la virtud de la caridad, motivada ni más ni menos que por el amor. Como toda virtud, se trabaja poniéndola en práctica.

Y es que quien con prontitud ayuda en las labores del hogar, es el primero en ofrecer ayuda, es fiel en lo ajeno, justo y rápido al actuar y generoso con su tiempo y su esfuerzo es un oasis dentro de la familia, decía mi abuelita “una persona acomedida donde quiera es bien recibida”.

Además, las personas laboriosas son altamente efectivas, ya que no hacen desidia a la hora de actuar, no esperan a que se les pida algo, sus pensamientos tienden a adelantarse a las necesidades de los demás con entusiasmo y muchas veces sin cuestionamientos, y en la mayoría de las ocasiones, desarrollan también la amabilidad, la afabilidad, la dulzura y el cuidado en los detalles de la vida cotidiana.

Los deberes familiares deben hacerse siempre con diligencia, con prontitud, haciendo cuidadosa y conscientemente las cosas que se tienen que hacer, invirtiendo un gran esfuerzo no solo por lograr sus metas personales sino ayudando a los demás a cumplir las suyas, progresando todos.

La diligencia implica también la fidelidad y la lealtad, virtudes altamente valoradas en el ámbito familiar.

Desarrollar la diligencia en nuestros hijos traerá como resultado personas grandes, con un sólido cúmulo de metas alcanzadas, éxitos logrados y relaciones estables.

 

*Maestra en Educación Familiar

 

**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.

 

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