La familia | Justicia y equidad en la familia
“La primera igualdad es la equidad”
Susana Sánchez*
Antes de entrar en materia sobre lo que hay que darle a cada hijo y si a todos les debemos dar lo mismo, lo cual, sin duda, es un tema controversial, me gustaría que entendiéramos la diferencia entre lo que es justo y lo que es equitativo.
Cuando alguien nos pregunta si tratamos por igual a nuestros hijos, la respuesta natural de los padres es un sí, un si convencido de que los queremos, los tratamos, les damos las mismas oportunidades y hemos sido justos y equitativos.
La realidad es que, al momento de hablar del tema, con la igualdad aplicamos la justicia a todos de manera uniforme, mientras que en la equidad podemos hacer diferencias sustentadas en la personalidad y necesidades de cada uno de nuestros hijos. En la igualdad hablamos de reciprocidad aritmética y en la equidad podemos hablar de proporcionalidad.
La definición más conocida de igualdad nos la da Ulpiano al decirnos que es “la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde”. Mientras que la equidad implica un trato diferenciado en cuanto a situaciones específicas. Sin embargo, dejando atrás los términos legales, al hablar de justicia y equidad en el trato a los hijos tenemos que contemplar ciertos aspectos.
Partiendo de la base de que no todos los hijos son iguales, no podemos darles exactamente lo mismo a todos porque no todos necesitan lo mismo, ahí estaríamos faltando a la justicia en su definición más amplia. Tratar a todos por el igual puede ser una estrategia loable y útil pero bastante mejorable.
EL ejercicio que como padres podemos hacer al hablar de trato a nuestros hijos es imaginar cómo serían si hubieran nacido en diferente posición, es contemplar la personalidad de cada uno, sus necesidades físicas, afectivas, sus requerimientos y sus gustos, su carácter, su sensibilidad, su lenguaje de amor, sus capacidades y su comportamiento en general.
Un hijo puede ser más o menos dependiente que otro, tal vez uno necesite más contacto físico, otra más atención, más escucha, más palabras o más apoyo.
No puedes igualar ni comparar a los hijos siempre ni con todo, porque la educación que le diste a uno puede no funcionar con el siguiente; los padres debemos ser lo suficientemente inteligentes y moldeables para captar las necesidades de cada uno en lo particular porque son personas diferentes.
En esta noble labor no cabe la expresión “así soy yo y ni modo”, o la de “no te puedes quejar porque a todos les dimos lo mismo” porque lo que tienes entre manos es ni más ni menos que la felicidad y la formación de los seres que más amas en el mundo.
No todos necesitamos lo mismo porque no todos somos iguales, al tratar de igualar, un hijo puede recibir más de lo que necesita y otro, por desgracia, recibir menos y esto con el tiempo puede marcar más diferencias y distanciamiento al no sentir que se les quiso por ser cada uno quien era sino como uno más de la bola.
El trato igual a personas desiguales no es equidad ni tampoco implica justicia, es falta de atención, de compromiso, de dedicación y en última instancia de amor.
*Maestra en Educación Familiar
**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.