La Familia | Familias piadosas

La Familia | Familias piadosas

La generosidad no es más que la piedad de los espíritus nobles“ 

 Nicolás Chamfort

Susana Sánchez*

La palabra piedad, que etimológicamente viene del latín “pius” que significa devoto o amable, tiene justamente estas dos acepciones: una que se refiere al sentimiento de compasión, clemencia o misericordia que produce alguien que sufre y una segunda, que apunta a la devoción religiosa.

Tanto una acepción como la otra es conveniente que las cultivemos en el seno familiar, esto es, el sentido de compasión y misericordia que debemos tener por las demás personas nos ayuda a no quedarnos con el cortísimo concepto de la lástima, que por sí sola no genera ningún beneficio para quien lo inspira, sino que la piedad, la compasión, que es “padecer con” nos anima a hacer algo por la persona afectada y nos inspira a actuar en beneficio de ella.

Cuando nosotros reflejamos piedad por una persona, decidimos ayudarlo, asistirlo, perdonarlo, comprenderlo e incluso sufrir con él, Este sentimiento no se produce solamente al ver el sufrimiento, es una virtud que se tiene que ejercitar como todas las demás, que se produce cuando ensanchamos nuestro corazón y nos duele sinceramente el dolor ajeno.

Contrarias a la piedad están la crueldad, la indiferencia y la insensibilidad, muy frecuentes hoy en día, donde nos acostumbramos a escuchar y ver historias de verdadero sufrimiento y perdemos la capacidad de asombro ante el dolor ajeno. Una persona sin piedad ni compasión se vuelve carente de afecto, de sensibilidad y de conciencia; son personas impetuosas, sin dominio propio e implacables.

Resulta entonces, que la piedad como valor es indispensable si queremos inculcar en nuestros hijos el respeto y el amor por los demás, es punto de partida para otras virtudes como la generosidad, el desprendimiento, la humildad y la empatía.

Esta virtud se manifiesta de manera práctica en el cumplimiento de las obligaciones de respeto y reverencia entre padres e hijos, entre cónyuges y también entre amigos, a través de una entrega sincera y demostraciones de afecto constantes. Se expresa también cuando ayudamos, perdonamos, asistimos y compartimos los sentimientos con alguien que está pasándola mal.

Ahora bien, no es coincidencia que el segundo significado de piedad tenga que ver con la devoción que tenemos a Dios y a sus cosas. Ambas están relacionadas con el amor.

Cultivar la piedad es esencial para la vida espiritual, consiste en buscar de manera intencional la práctica de devociones espirituales personales e interpersonales. La práctica de la piedad nos hace acercarnos más a Dios, nos da tranquilidad, paciencia, mansedumbre y sabiduría. Pero además nos da serenidad en todas las circunstancias y nos hace crecer en un verdadero abandono en las manos de nuestro Creador.

Las costumbres piadosas se traducen en amor profundo, nos vincula a Dios, nos indica nuestra pertenencia a Él y nos ayuda a crecer en comunión y comunicación constante. Es amistad con Dios.

La piedad como práctica religiosa nos concede el don de sentirnos hijos de Dios, de tenerlo a Él como Padre y saberlo y disfrutar la filiación divina, aquella que nos hace sentirnos amados y cuidados.

El fruto más claro e inmediato de practicar la piedad es la mejora de nuestra vida, nos consuela, nos fortalece y además crecemos en bondad, benignidad y alegría; y de paso nos da un corazón grande grande donde cabe el amor a Dios y a los demás.


*Maestra en Educación Familiar


*Las opiniones plasmadas son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.


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