La Familia | Amor entre nosotros
“La primera cosa que el hijo necesita para ser educado es que sus padres se quieran entre sí”
Susana Sánchez*
Muchas veces escuchamos frases de papás desesperados por querer darles a sus hijos lo mejor de ellos, desde cosas materiales, una buena educación, herramientas para que sean exitosos, y un sinfín de actividades extra que ayuden a desarrollar su intelecto, su físico, su oído musical, sus gustos y todo lo que los haga ser mejores en este mundo tan competitivo.
Sin embargo, lo más importante es hacer de ellos mejores personas, más personas, educar su afectividad y poner énfasis en hacer crecer las virtudes del alma y todo esto tiene su fundamento en el amor.
No obstante, nadie da lo que no tiene y es complicado educar la afectividad cuando en casa no se vive un ambiente de amor entre los que damos el ejemplo: los padres.
El amor entre los padres es vital para poder transmitirlo a los hijos, son los padres la primera referencia que tienen del mundo exterior y cada hijo es insertado en este amor primero, el cual le dota de una identidad para toda su vida.
El amor primero que surge entre los padres es de absoluta donación de dos personas que deciden formar libremente una familia juntos y de ese amor surgirán los hijos, en los cuales se perfecciona y se prolonga ese amor generoso y de entrega absoluta.
La familia entonces, como dice el experto Tomás Melendo es el ámbito de confluencia de amores y es la calidad del amor de los cónyuges la que determina en gran medida el temple de la relación de los miembros de la familia que de ellos se sigue.
Y es así, como dice el Papa Juan Pablo II en la Familiaris Consortio que: «La comunión conyugal constituye el fundamento sobre el cual se va edificando la más amplia comunión de la familia, de los padres y de los hijos, de los hermanos y de las hermanas entre sí, de los parientes y demás familiares.
Somos los padres los que debemos custodiar, revelar y comunicar el amor, primero entre nosotros y después de manera sencilla, natural y en la cotidianeidad a los hijos, lo cual dará como resultado que los hijos se sientan amados, seguros e integrados en el núcleo familiar y el cariño a cada uno de los hijos constituya una especie de prolongación del cariño de los cónyuges.
Así, la calidad del amor familiar tiene su origen en la calidad del amor matrimonial.