El espectador | Más allá del bien y del mal

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“Ningún filósofo tiene la verdad”

Alex Bravo*

Nietzsche, es uno de mis filósofos favoritos para leer. “Ningún filósofo tiene la verdad” declara en una de obras literarias para ilustrar los malentendidos de su época, y vaya que   siguen siendo actuales para nuestro tiempo. Este filósofo, propone que los conceptos de bueno y malo, han ido perdiendo su valor y significado, debido a que eran definiciones creadas por la élite social. Es decir, los que escriben la historia y dictan las leyes, esos que tienen el poder sobre otros, son los definen que es bueno y malo.

Lo bueno, por ejemplo hoy en día, se distingue como el hombre exitoso, el que se levanta y es puntual en su trabajo, es, esa persona que dice a todos buenos días y también se despide (aunque sea el mismo que se la pasa hablando y criticando a sus propios jefes y compañeros de trabajo).

El bueno, es ese que obedece, sin hacer uso de su razón, simplemente es un peón, a las órdenes de su patrón. El bueno, es también esa persona que lleva un cumplido para quedar bien con algún director o su coordinador de trabajo. El bueno, es ese que consume lo que está de moda y produce lo mismo, en masa, sin importar que sea una repetición. 

¿Y quien se imaginan que es el malo? bueno, el flojo, el que no acata indicaciones, el que no obedece, el que no se inclina, ni hace reverencia. El otro, el que no apoya, el que no produce nada para el equipo, ni para la sociedad, el que no asiste a reuniones sindicales, ni apoya a sus delegados, es ese al que callan cuando le dan la voz para hablar, porque si habla, quiere hablar desde su sentir, y al sistema no lo interesa los sentimientos, solo quiere que siga y se somenta a las indicaciones de los jefes. 

Es ese que solo quiere vivir en solitario, para sí mismo y fiel a sus ideales. Es curioso, ahora que lo pienso, si no eres sociable, no ocupas un puesto importante dentro de la sociedad. Quizás por eso quien nace con espectro autista o rasgos de Asperger , le es todavía más difícil desenvolverse en un sistema regido por quienes se dicen ser los buenos.

Ahora, ambos son posturas viables, ninguno es superior, solo son comportamientos diferentes, o a su vez, son modos-de-estar-en-el-mundo. Si algo me agrada de Nietzsche, es que se atreve a criticar a la élite religiosa de su época. Por el hecho de que la misma fe religiosa, se había empeñado en empobrecer el espíritu del hombre. Hoy, en pleno 2025, las redes sociales, como los influencers, podrían tomarse como los inquisidores de nuestra época, pero al final, solo son medios empleados por una élite mundial. 

El problema no es quién dicta o no, que es bueno o malo. Lo que Nietzsche observa, es que cuando alguien no puede ser el mismo o ella misma, se topará entonces frustrado y frustrada. Entonces, uno puede ser egoísta y pensar para sus propios intereses, pero para la sociedad, es un acto malo. Nietzsche refiere que es un valor bueno, porque nos permite acrecentar nuestras habilidades y nos puede enseñar a estar satisfechos con nosotros mismos. Ya no es que se haga algo para cumplir las expectativas de otros, ni se pretenda realizar una acción, para recibir el reconocimiento social, se trata más bien de estar satisfecho con uno mismo, por quien es o hace. 

Pero obvio, esto es complicado en nuestro tiempo, sobre todo cuando un niño crece con la necesidad de tener muchos likes en sus publicaciones, y al no lograrlo, empezará a sentirse frustrado, los jóvenes no toleran la frustración, porque están creciendo en un ambiente donde se les da todo al primer berrinche.

Podríamos concluir entonces que la palabra bueno es hoy referida como tendencia y lo malo como viral. Como sea, seguimos siendo juzgados por aquellos que tienen el poder. Y al hacerlo, caemos en el olvido de uno mismo, existiendo primero en culpa por no ser lo que otros esperan, aunque en el fondo, es sentir una culpa aún más grande, acompañada de dolor, por ser quien es.

Hasta la próxima.

*F.H.E.

Comunicar y conectar | El tono del mensaje: entre la confrontación y el diálogo

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