El espectador | En la soledad
“Adivinamos a través de oscuridades lo que somos”.
Alejandro Bravo Pérez*
A menudo, la posibilidad de llegar a quedarse solo, asusta. Incluso, cuando alguien elige quedarse solo, no tener hijos, ni pareja, puede llegar a ser mal visto. Es como, sí el hecho de quedarse solo fuera un malestar de nuestro tiempo.
Y, sin embargo, en soledad, puede que se descubra el tipo de relación que se quiere y también, la que no se aspira construir con otros. Estar con alguien, o más personas y aún, con su compañía, es llegar a sentirse muy solo; se conoce como soledad. La soledad también puede llegar a ser, esa imposibilidad de no poder coincidir con otro, y ni sentirse parte de, o formar de algo. Es sentirse como un extranjero, un extraño y que por más esfuerzo que se haga, no se puede alcanzar a embonar con el resto.
En la soledad; se puede adquirir conciencia de quién se es. Quizás, por eso resulta profundamente incómoda, es más, es algo que no se pretende experimentar. Por eso, la mayoría de veces, uno mismo, opta quedarse con quien sea, relacionarse donde sea, con tal de no sentirse solo. Pero, indistintamente; en la soledad, se puede adquirir sabiduría, para sí mismo.
Pensamos que conocemos a los otros, sentimos que sabemos de ellos y de ellas, y que se les conoce como la palma de la mano. Incluso, se puede llegar a creer que se conoce uno mismo a la perfección. Aunque, esto puede llegar a ser solo un engaño, creer que sabemos, que conocemos, alcanza a llegar a ser una trampa mortífera. En palabras de Ignace Lepp: “no nos conocemos plenamente, y sólo adivinamos a través de oscuridades lo que somos, lo que podemos y lo que en verdad queremos”.
Quizás, por algo, cuando se sale en compañía con alguien, se le llega a preguntar primero ¿qué quieres hacer? dejándole a esa persona decidir, lo que fingidamente se quiere hacer. Y explicó fingidamente, porque si se sabe lo que se quiere, se propone y no se pregunta. Se sugiere, y no se espera una orden.
“Adivinamos a través de oscuridades lo que somos”; en una sociedad en donde la familia, el trabajo, las relaciones, el deber, el hacer y las obligaciones con los otros, reclaman la presencia de uno, haciendo que, a través de constantes ocupaciones, se renuncie poco a poco, sino a una parte, si a toda la libertad, para concederla todo y todos los demás. Y, sin embargo, puede ser que, al hacerlo, sea renunciar a sí mismo, solo para estar “bien”.
Aunque al renunciar a sí mismo, como consecuencia, puede que se hunda en una especie de oscuridad, creando una sensación de vacío e incomodidad. Por lo que, al sentirse vacío, se busca lo que sea, con tal de llenarse. Se crean y se postulan muchas teorías, para habitar lo que no puede habitarse. Un vacío, es un vacío. Es decir, puede no llegar a tener fondo. Solo oscuridad. Y en esa oscuridad, podemos descubrir quién somos.
Hasta la próxima.
*F.H.E