El caminante errante | La Tiendita de “Don Fede” en el pueblo, Santa Rosa de los Ríos
“Conoce las historias de La tiendita de don Fede en el pueblo Santa Rosa de los Ríos, una serie de cuentos cortos que nos presenta Sergio Ríos Sandoval.”
Sergio Ríos Sandoval*
…Acuérdese usted también, don Fede, ¿o quieres que te miente tu nombre como te gusta?, Fei…
Carlota
-Don Fede, buenas tardes le dé Dios.
-¿Qué tienen de buenos?
-Don Fede, nomás le voy a decir una cosa: si su hijo el Pedro me visita seguido ese no es problema mío, es problema de él y de la Dolores. A mí me viene bien que vaya el Pedro, me ayudan los centavos que deja en la casa. Pero esa Dolores anda brava, y anda dice y dice que me va a ir mal. Si ella no es capaz de atender al Pedro, ¿yo que quiere que haga?, además, usted sabe que es un trabajo honrado, mal visto, pero honrado. Acuérdese usted también, don Fede, ¿o quieres que te miente tu nombre como te gusta?, Fei…
-¡Calla!, ¡calla!, mujer, en esos entonces yo estaba tarugo, por tu culpa casi pierdo mi matrimonio y mi vida. No me gusta que le metas ideas a Pedro; ese muchacho está todavía en la edad de la punzada y tú me lo andas mal aconsejando. ¿Qué vas a querer?, ándale, que me pone de malas tu presencia.
-Deme unas hierbas pa la fiebre, eso de andar con poca ropa enferma seguido. No quiero que me vea como una enemiga don Fede. Lo que pasó, pos ya pasó: deje que su hijo sea libre como los pajaritos, deje que conozca. Además, ¿a usted que le preocupa?, ni siquiera vive con usted, ni le ayuda en nada. Usted lo dejó a la buena de Dios, cuando se robó a la Dolores, usted le dio la espalda, el pobre anduvo por las calles cambiando cachivaches pa sacar unos centavos para poder llevarles un retazo de comida a la Dolores y a sus hijos. Usted muy contententote con su tienda, todo curro y adinerado, no es ni pa preguntar siquiera por el Pedro. Pero no se diga de Ángela y Raúl, porque a esos hasta los mandó fuera de este pueblo jodido pa que tuvieran mejor vida. Yo me las huelo más o menos por qué se porta así con el Pedro: casi estoy segura que usted era el viejo rabo verde que quería enamorar a la Dolores, no me diga que no, aquí en Santa Rosa de los Ríos todo se sabe. Ese secreto me lo dijo uno de mis clientes, ya no le digo más porque seguro que sabrá entonces quién es y ¡entonces sí!
-Te digo que te calles, desgraciada, Y a ese rajón que te dijo, un día de estos le voy a tapar la boca pa siempre por andar de hablador; mira que decir que yo pretendía enamorar a mi nuera, viejo mentiroso. Y tú, vieja bruja, cada que te veo me provocas malestares, un día pagaras por todo el daño que haces en este pueblo.
-Dirá el encanto que doy al pueblo. Pero estoy acostumbrada a que los de su camada se porten así, nomás porque sí. Usted es medio ladino. Ya no voy a discutir con usted, yo quería hacer las paces y andar como dos buenos amigos, pero ya veo que usted no se presta pa esto. Mejor me las veo con el que quiera tenerme, de lo que se pierde usted, ¡mire nomás!
-Toma las hierbas pa tu calentura y vete, no quiero verte más por aquí. Y si no dejas a mi Pedro en paz, te las verás conmigo a su tiempo.
-Una mujer solita como yo no puede hacer nada. Ya no voy a venir a su tienda, pero no le prometo que me aleje de su Pedro, si va, siempre tendré un lugarcito en mi corazón para él. Que esté bien, don Fede.
-Ya lárgate, mujer del demonio.
-Hasta pronto don Fede, chulo.