El caminante errante | Julio

El caminante errante | Julio

Conoce las historias de La tiendita de don Fede en el pueblo Santa Rosa de los Ríos, una serie de cuentos cortos que nos presenta Sergio Ríos Sandoval.

 

La Tiendita de “Don Fede” en el pueblo, Santa Rosa de los Ríos

“…Quería ver la cara de todos cuando abriera el paquete. Hasta mi mujer preparó un buen mole de gallina tiernita…”

 

Sergio Ríos Sandoval

 

-Fede, ¿cómo estás?

-Julio, ¿qué te vamos a dar?

-Dame lo de siempre. Hoy hace más frio que otros días, ¿no se te hace?

-Sí, hombre. Estos días me recuerdan el día aquel que se les vino el animalote ese, en el camino grande que da pa los huizaches: ese camiononón que terminó con la vida de los hijos de Toño y Laura, y también apachurró sus casas.

-Yo sí me acuerdo. Esos carrotes me dan mucho miedo, Dios nos libre de que algún día nos caiga una desgracia como esa. Mi hijo Simón me mandó una carta y me dijo que a esos animalones les llaman tráiler, y hasta me dijo que allá los ven seguido y que la gente ni se asombra siquiera. Yo le dije que esas tarugadas no se las creo, ¿quién en su sano juicio va a andar como si nada a lado de esas cosotas del demonio?

El día que llegó Chemo, el hijo de Atanasio Rodríguez, lueguito de ver a su madre fue a mi casa. Traía un paquete grandecito, envuelto en papel, me dijo que mi hijo me lo había mandado, me dijo que Simón había dado órdenes de que no se lo entregara a nadien, a nadien que no fuera yo.   Cuando me dijo eso me dio gusto: segurito era algo de mucho valor. Al siguiente día invité a mis compadres, a uno que otro amigo de por allí cerca, a mis otros hijos y también mi mujer. Ese día me vestí bien, algo bien, como si fuera fiesta. Sacamos mezcal y tabaco del bueno. Tenía muchas ganas de presumir lo que me había mandado mi hijo.  Puse el paquete en medio de la sala, estaba pesadito. Quería ver la cara de todos cuando abriera el paquete. Hasta mi mujer preparó un buen mole de gallina tiernita. Me preguntaban que cuál era el del santo o qué me había picado pa andar tan contento.

Se llegó la hora, los que podían sentarse estaban sentados, lo que no se podían sentar estaban parados. Pasé al frente y les dije: "¿qué creen que me mandó mi hijo?". Todos sabían que Simón andaba fuera del pueblo y que ganaba harto dinero. De pronto, todos se quedaron mirando el paquete, entonces le quité poco a poco el papel. No me la vas a creer Fede.

-Ya cuenta ¿qué traía ese paquete?

-Traía, nada más y nada menos, que un traíler. Un animalón de esos, pero tiernito todavía, de esos  como el que hizo todo aquel desastre.  Todos nos quedamos con la boca abierta. Rápido lo aventé al piso, saqué mi pistola y le empecé a disparar, con un palo lo molí a garrotazos y le grité "¡aquí en Santa Rosa de los Ríos, ninguno de esos animalones va a vivir!". ¿Tú crees Fede?, nomás no lo friego y a la nada y crece, nombre ni Dios lo mande. 

-¿Pero era un juguete?

-Yo no vi juguete, yo vi al mismísimo chamuco, en esa cosa. Todos los invitados se fueron poco a poco, yo junté todos los pedazos de la cosa esa y los enterré. Y ya me voy Fede. Afigúrate, todavía no le dirijo la palabra a mi hijo por esa maldad que me hizo.

-Ay, mi Julio, pos que te vaya bien.

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