Aquelarre | Los cambios que transforman vidas
"La salud emocional es de suma importancia en el proceso de recuperación de alguna enfermedad; asimilar los cambios, por muy drásticos que sean, ayudará a hacer más llevaderos esos procesos..."
Tanya Ortiz*
Hay sucesos que cambian vidas de un momento a otro. Hay situaciones que provocan cambios de manera imperceptible y otros, de una forma clara que permiten asimilar lo que sucede y lo que vendrá.
En procesos de cambio relacionados con la salud, ante alguna enfermedad crónicodegenerativa por ejemplo, los procesos obligan a quienes las padecen a hacer cambios en su vida, como establecer nuevos hábitos alimenticios, para empezar, y de actividades diarias dedicadas al trabajo y el descanso, procurando reducir lo primero y ampliando lo segundo.
Nuevos estilos de vida están en puerta cuando se diagnostican otro tipo de enfermedades, como el cáncer, que depende de éste y la etapa en que esté, requiere poner atención a otras cosas que, indudablemente provocarán cambios drásticos en alimentación, horarios, hábitos... imagen.
De esta última es necesario decir que se basa, en gran medida el bienestar del paciente.
Si bien es cierto, el solo hecho de decir la palabra CÁNCER, con todas sus letras, es difícil asimilar para quien escucha, pero mucho más para quien la quien lo padece y muchas veces se niega a pronunciarla, ya representa una carga psicológica por el miedo a los procesos y, sobre todo a la muerte -que casi todos ven inminente-, la parte del cambio en el estado físico es la que a muchos hace mella.
La vanidad, presente en todo lo que nos rodea, con estereotipos de hombres y mujeres hermosos y bien proporcionados, delgados, con dentadura perfecta y receptores constantes de admiración, es la constante en todos los ámbitos, de ahí que cuando la enfermedad comienza a afectar esa imagen, los pacientes prefieren el claustro que la vergüenza de ser señalados por verse calvos, faltos de algún diente o simplemente con una imagen deprimente.
Ese temor a verse mal, a verse feos, a sentirse señalados y/o rechazados, dañan tanto la psique de los pacientes como la enfermedad misma y hacen más lenta la recuperación.
Al menos de eso estoy convencida.
Hace tiempo hablamos de las redes familiares, las solidaridarias, y su importancia en la recuperación de los pacientes. Reitero que contar con gente cercana que igual te ayuden algún día a limpiar tu casa o llevarte de comer, a hacerte más llevadero el proceso con su presencia, su acompañamiento al médico o al hospital, con llamadas o mensajes fortalecerá con mucho el estado de ánimo, lo que, por supuesto, hará más fácil el proceso rumbo a la recuperación.
Aquellos que luego se niegan a salir de sus casas por temor a ser rechazados o vergüenza ante los estragos que su cuerpo está sufriendo por la enfermedad, más lenta y dolorosa será la recuperación. Así lo creo, porque lo siento.
En casa se debe hablar con libertad de lo que pasa y que todos participen de ello otra que haya claridad en lo que se tiene que hacer, lo que sigue y qué tanto afectará a todos.
Quedarse sin pelo no es el acabose. Tampoco sin pestañas o cejas. Hay gorras, sombreros o pelucas que se pueden intercambiar cual oportunidad de cambiar de personalidad, como mero juego que te entretenga; tantas pestañas postizas, de tamaños y colores, y lápices para delinear las cejas, que no puedes enfrascarte en llorar porque te quedarás calva.
Iniciar y continuar procedimientos es una decisión de vida, con lo que ello conlleva, y contar con la presencia y cariño invaluable de las redes de apoyo, es la medicina que ayudará al tratamiento médico.
Tampoco se trata de tirarse al piso y sobrevivir de lástima y condolencias. Es hacerse fuerte con lo que tienes y asirte de lo que te rodea.
Levanta la cara y no pierdas de vista el camino. Agárrate del barandal del barco que pareciera zozobrar ante la fuerte tempestad y verás que luego podrás secarte la lluvia y disfrutar de los rayos del sol de un nuevo viaje.
Hoy voy en ese viaje, difícil, incierto, pero con esperanza de llegar a buen puerto.