Aquelarre | El buen gobierno y la participación ciudadana

Aquelarre | El buen gobierno y la participación ciudadana

“Cuando un gobierno se dedica solo a dar, a proveer, no habrá necesidad social que logre satisfacer”

Tanya Ortiz*

"-Doña Blanca, venga. La invitamos en la tarde a una reunión de vecinos que habra más tarde. Vendrán de la presidencia municipal...".

"-Ande no. ¿Yo a qué voy? Esos nunca dan nada".

"-No doña Blanca, no se trata de que nos den. Vienen a ver cómo podemos coordinarnos entre vecinos, qué ponemos entre todos, para arreglar la calle".

"-¿Cómo? ¿No nos dan nada y todavía quieren que nosotros pongamos? Ya ni friegan... estos gobiernos nomás están para fregar. Mire cómo está el parque todo destruido, ni siquiera son para venir a limpiar, arreglarlo, recoger la basura... los muchachos y chiquillos nomás destruyen, pero la autoridad no viene a arreglar nada. Si no me van a dar nada, conmigo no cuenten..."

Conversaciones como éstas son las que se escuchan en colonias y comunidades, cuando los presidentes de los comités vecinales convocan a asistir a las reuniones que tienen como objetivo programar actividades en las que la participación ciudadana resulta fundamental para el éxito de las obras y programas.

Mucha gente, ante una invitación a reunión, suele preguntar qué le van a dar. No se diga los encuentros cuando son candidatos y aquí es más habitual, dado que el aspirante busca congratularse con el elector. De ahí que suela llevar distintos obsequios que van desde promocionales hasta despensas y, claro está, las perlas de la virgen, a cambio del voto.

El hecho de que la gente esté esperando que le den algo, no es dioquis: durante años, el gobierno -en sus tres niveles-, asumió posturas patriarcales ante la necesidad de la gente y, valiéndose de ello, terminó condicionando diversos apoyos cuando en realidad se trata de una obligación constitucional atender esas necesidades.

Es decir, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos es muy clara en su artículo Cuarto sobre algunos derechos de los mexicanos: a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad; a la protección de la salud; a decidir libremente sobre el número y espaciamiento de los hijos; a la libertad de trabajo; al acceso al agua para consumo personal y doméstico; a un medio ambiente sano; a la igualdad de género; a la educación; a la protección de las lenguas, culturas, usos, costumbres, recursos y formas específicas de organización social de los pueblos indígenas... entre otros.

Entonces, en cuanto al primer derecho, el de la alimentación y la salud, el Estado ha proveído a miles de familias de apoyos alimentarios, tanto perecedero como no perecedero, en convenio con otras organizaciones como el Banco de Alimentos; no obstante, esta es una necesidad constante que difícilmente será satisfecha y es ahí cuando los extremistas reprochan la actitud patriarcal de la autoridad y en vez de darle pescado a la gente, debería enseñarle a pescar.

Aunque esta es una necesidad básica, existen otras que inciden en la calidad de vida de las personas y que también es obligación del Estado satisfacerlas, como los servicios de salud, recolección de basura, pavimentación de calles, seguridad, alumbrado público... para todo ello se requiere, claro está, un presupuesto asignado y sí, adivina usted: la participación ciudadana.

No solo es cuestión de que las autoridades trabajen en diseñar estrategias, programas, campañas, proyectos o planes enfocados al beneficio colectivo. De entrada, debe establecerse un diagnóstico de la condición actual, el universo de sujetos a quienes se enfocarán los esfuerzos, el lapso y territorio a implementarse, las eventualidades y susceptibilidades del proyecto, y un resultado estimado.

Pero para lograr el éxito esperado, se requiere lo fundamebtal: la participación ciudadana.

No hay programa alguno que consiga buenos resultados si la gente no responde, no asiste, no participa, no comparte, si no es corresponsable -esta es otra parte: no solo es dar por dar, hay que conseguir corresponsabilida de los beneficiarios con determinados enfoques. Algo así como enseñarla a pescar-, si no acude y difunde.

Puede implementarse la campaña de vacunación, pero no servirá si la gente no va; los vacunadores ir a las casas, pero si no les abren y/o acceden a recibir el biológico, difícilmente se lograrán erradicar ciertas enfermedades, por ejemplo.

Para el beneficio colectivo, es fundamental la participación ciudadana: no tiremos basura en las calles, cooperemos para la pavimentación de la colonia o la colocación de alumbrado público; cuidemos a nuestros hijos y fomentamos valores para que no haya tanta inseguridad. Cuidemos las escuelas y espacios públicos, tal como cuidamos nuestras casas... al final, nuestro entorno es nuestra casa.

"-Oiga señora ¿y por qué está ese parque así de deteriorado? Los columpios rotos, paredes grafiteadas, lleno de basura... se ve muy mal..."

"-Pues porque le digo, ninguna autoridad le pone atención. Nomás los chiquillos traviesos que todo rompen. Los muchachos de allá que vienen y aquí fuman y toman, dejan basura, por eso también ya está lleno de hierba... ya nadie lo quiere usar..."

"-Entonces, así no estaba. El gobierno no se los dejó así. Estaría bueno que lo entre los vecinos se armara una comisión de limpieza, cada quien traiga una escoba; alguien que regale un poco de pintura y otros pintamos; deshierbamos y juntamos la basura. Luego le decimos a la presidencia que pase a recoger lo que juntemos y así, entre todos colaboramos para que esté lugar se vea bonito. Que los padres de los niños que causen daños, se hagan responsables y entre todos, impidamos que se use de manera distinta de lo que debe ser: un lugar de esparcimiento. Todo es cuestión de participar, colaborar y ser responsables..."

Y así, el parque de la colonia La Comarca, Guadalupe, Zacatecas, sigue a la espera de que los vecinos le den su manita de gato.

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