Andar las vías | ¡Por Dios Liliana corre por tu vida!

Andar las vías | ¡Por Dios Liliana corre por tu vida!

¿Por qué ir en su busca sin importar distancias?

 

Luna Morena*

En la mayoría de las reuniones es común estar escuchando música y degustando de unas bebidas un poco pesadas y un mucho avinagradas. Sea cual fuere la composición de estos licores, se ha comprobado que suelen intervenir para que en cuestión de minutos surjan las fieles y queridas amistades, los mejores  emisores y receptores, los queridísimos  “hermanos”, los grandes llorones, y los inesperados cantantes. Ignoro la fórmula de estas bebidas, pero algo deben de tener para estimular tales espectáculos; a veces causando enfados familiares y sociales, o una simpática diversión.

Pero que desagradable se ve, cuando estos licores, muchas de las veces son la causa de constantes agresiones que pueden ser vecinales o familiares y que por más que quieran evitarlas, ninguna razón se toma en cuenta, ni se escucha, cuando las bebidas inundan los sentidos y son más fuertes que el querer estar bien. Es bien sabido que estos brebajes se comen las voluntades bonancibles, además de enfermar a quienes las convierten en cotidianas. Pero no solo se perjudica el individuo, el deterioro es familiar ya sea emocional, anímico, espiritual; llegando hasta la economía, el sosiego, el reposo y la serenidad.

Si saben que las bebidas son nocivas para la salud  personal y familiar ¿Por qué la fidelidad? ¿Por qué ir en su busca sin importar distancias? ¿Por qué el gasto tan excesivo y tan prioritario  en ese sentido, mientras la familia hace batallas por sobrevivir?

No es perdonable que uno por sus malos gustos tenga a sus consanguíneos padeciendo privaciones. Los podemos ver deambulando por cualquier calle, banqueta, o terreno; sin zapatos, con ropa desgastada, desnutridos; viviendo en una choza incómoda, sin nada de vivieres, sin nada de enseres ni siquiera desgastados y con una desesperanza aguda a dos sillas de volverse crónica.

Para colmo, se la pasa contradiciendo a quienes se atreven a reprobar su deficiencia, siendo un derecho que dice tener y merecer por trabajar mucho y pesado. Y allá va con su cerrazón, a dejar sus ganancias entre bolsillos ajenos; por consumir aquello que solamente asegura un irreversible deterioro corporal. Con las manos cargadas de su “felicidad” comparece donde su ya deteriorada familia, dormita sobre un petate descolorido. Saben que llegó como siempre, directo a saciar su avidez hasta entripar su cocido mondongo. Al amanecer,  como todas las veces contienda segura; porque eso sí, tirando coraje por toda su avejentada estructura, el digno, a puro grito, exige comida desde su áspera resaca; pero no hay nada, nada de nada. Solamente lo que dejo por no podérselos comer: cajas rotas, humedad en el piso de tierra, botes vacíos, regados por todas partes como su inconfundible olor a tarambana sucia. Argumentando la incomprensión consanguínea, abandona la choza  menos muerta que quienes se quedan ahí suspirando a medias por su lastimada existencia. ¿Cuántas familias  viven en condiciones  semejantes? ¿Qué las detiene a eso  todo inservible? Corran por su vida, porque si el hambre no las aniquila, lo hará el insensato. Pero dice Liliana que es muy buen hombre, porque cuando no toma, es bien chistoso y nunca la golpea. Y si nunca la golpea, ¿Cuál violencia?

 

*Escritora, poeta y promotora y difusora de la cultura. Soy tres estuches de monerías y casi un montón de cosas.

 

**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer.

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