Andar las vías | Importantes cambios que enriquecen el vivir en familia
“Ahora podemos ver que los matrimonios han ido cambiando tal comportamiento…”
Luna Morena*
Hace varios años, lo usual de las parejas era que trabajara el esposo, mientras la esposa se quedaba en casa. Esta costumbre era bien vista, porque en todos los hogares sucedía lo mismo; por lo que ella nunca se mostraba inconforme ante tal situación, sabiendo que después de casarse esa sería su forma de vivir todos los días. Él salía de la vivienda muy temprano a su lugar de trabajo, ella se quedaba haciendo el quehacer de la casa (o sea nada, como en la modernidad de hoy los entrometidos se la viven comentando), cuidando cada detalle porque como ama de casa era su responsabilidad.
Como que la mujer y el hombre, al ver esa manera de andar por la vida, al momento de llegar al matrimonio ejercían tal costumbre al pie de la letra, tanto que sin necesidad de que alguien se los dijera, cada cual sabían sus obligaciones; por lo tanto el quehacer estaba ahí.
Así pasaban los días viviendo entre una fidelidad mutua; el protegiendo a su mujer, ella como propiedad del marido debía obedecer toda exigencia que a este se lo ocurriera, sin tantito derecho a réplica, sabiendo lo que le esperaba si acaso llegaba a hacerlo. Tampoco debía tener un error en sus tareas del hogar, porque conociéndolas desde sus generaciones pretéritas, tenía prohibida cualquier imprecisión.
Su rutina como esposa era: cuidar al esposo, a los hijos (que antes eran muchos) y a la casa. Teniendo que asegurar la armonía familiar, el crecimiento de los pequeños, su educación y aprendizaje al ir desarrollándose, y una fraternidad solemne e inquebrantable entre la familia; por algo era la esposa, la que se quedaba en casa, la de ese compromiso.
Con la llegada de los hijos, el quehacer del hogar se volvía más cansado y escabroso, por lo tanto, el cansancio, el agotamiento, iban haciendo estragos en la compañera, porque los gramos de sus faenas se habían convertido en toneladas. Mientras su compañero continuaba en su eterna rutina: salir a trabajar, regresar, comer y echarse una pequeña siestecita vespertina para descansar, y por la tarde-noche, salir a reunirse con los amigos a compartir charlas añosas, a solazar por un rato el reiterado tedio; mientras su compañera de vida, continuaba atareada en la vivienda, preparando lo que fueran a cenar; acomodando la ropa del esposo para otro día, la de sus hijos que iban a la escuela para zurcir si acaso hubiera un desperfecto. Revisar sus tareas, ver que sus útiles de la escuela estuvieran completos y sus zapatos limpios.
Pero el eterno y numeroso quehacer del hogar, se ha considerado y se seguirá considerando como algo sin importancia, porque para la mayoría de la sociedad las actividades hogareñas, son como no hacer nada y hasta el marido lo dice cuando le preguntan: ¿Y su esposa, qué hace? Entonces responde: nada, ahí en la casa. Pero ninguno pedía cambio de trabajo, a ver si podían hacer en su totalidad, las tareas de casa sin descansar fines de semana, ni días festivos; luego sin recibir nada de sueldo y ser los primeros en levantarse y los últimos en acostarse, cuando bien les fuera; porque se de pronto se presentaba entre sus hijos un enfermo, había que desvelarse para estar al pendiente de él y permanecer cuidándolo. De que la mujer pudiera estudiar, ni pensarlo; eso no estaba permitido, porque se iba a casar y no estaban dispuestos a gastar en vano, no estaban dispuestos a desperdiciar el poco dinero que tenían.
Lo bueno que esta usanza va de salida, ahora podemos ver que los matrimonios han ido cambiando tal comportamiento desde su vivir en pareja, hasta los estudios de sus hijos e hijas; un derecho que ellos tienen, pero también un compromiso. A nuestros abuelos, las variaciones que han venido presentándose, no son bien vistas por nuestros ellos, por lo que defienden aquellos tiempos de su juventud, con todas sus costumbres, sus prácticas y su comportamiento; decencia pura (según ellos).
*Escritora, poeta y promotora y difusora de la cultura. Soy tres estuches de monerías y casi un montón de cosas.
**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.