Andar las vías | El regreso de las grandes aguas

Andar las vías | El regreso de las grandes aguas

“Divertido era que después de la lluvia, mojar nuestros zapatos ya rotos de algún lado por el uso y el tiempo de desgaste”

Luna Morena

En la felicidad de mi niñez, me es imposible desaparecer tan bellos recuerdos de esa época; una época donde en mi pequeño pueblo todos nos conocíamos y compartíamos de corazón cualquier juguete que podíamos prestar o el que pudiéramos haber inventado. 

 

Divertido era que después de la lluvia, mojar nuestros  zapatos ya rotos de algún lado por el uso y el tiempo de desgaste. Nuestros juegos con nuestra algarabía, eran por las grandes aguas que se hacían presentes en forma y tiempo cumpliendo con su ciclo de refrescar el campo y lo que necesitara esa ayuda.

 

De pronto y sin avisar, esta materia prima dejó de ser abundante; desde luego que sí lloviznaba para que siguiéramos mirando su existencia, pero ya nunca con la intensidad pasada, por lo que los vecinos empezamos a comentar esa ausencia tan vital para todo ser vivo y hasta para las viviendas que empezaban a verse nostálgicas y revolcadas.

 

Viendo esta situación de sequía que año con año sucedía, empezaron a construir viviendas en el cauce seco de los ríos; al fin que ya no se usan los aguaceros. Entonces los lugares de las aguas corrientes cambiaron su aspecto: mejor su vivienda por manantiales de agua.

 

Así sucedió por mucho tiempo andando sobre tierra seca y bajo el sol irreverente, dejándonos claro que las grandes aguas se habían ido para siempre. Así que los desagües de los ríos, de los  arroyos, de las lagunas pronto fueron convertidos en modernos y atractivos fraccionamientos.

 

Pero que llegan los aguaceros por muchas partes del mundo; refrescando  la tierra y llenando de esperanzas a la humanidad.

 

Dios nos ama como somos y nunca nos dejará como estamos. Antes pidiéndole al infinito un poco de este líquido tan importante, ahora que no exagere porque las inundaciones están sucediendo día y noche.

 

Entendemos que el agua es vida, pero cuando cambia de volumen y de velocidad hay que tenerle respeto. Las grandes aguas no llegan asomándose, llegan imponiendo su ruido, su gran existencia, su momento; pero el poder es de Dios.

 

 

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