Andar las vías | Así pasa cuando sucede

Andar las vías | Así pasa cuando sucede

“Lo cierto y  verdadero es que la realidad es otra, pero bastante diferente a lo que se ve donde se puede. Así que nunca crean que  por arte de magia el temor y el peligro se han esfumado”

 

LUNA MORENA*

Hace meses nos llegó un mal contratiempo que creímos se iría tan rápido,  tal y  como había llegado. Pensando eso nos quedamos tranquilos  porque en estos temporales de paz y tranquilidad un problema de esa clase nunca se había visto y ni siquiera por la imaginación nos había pasado.Antes de esto,  podíamos dejar fuera de nuestras viviendas cualquier banco o cualquier cantidad de sillas y nadie  se atrevía a desaparecerlas, al contrario, como buenos vecinos cuidábamos las pertenencias del otro, desde la más pequeña, hasta la más grande y costosa que este tuviera; como los son las maquinarias de sembrar con que los agricultores se ayudan para  trabajar  las tierras.

En tiempos de cosechas dormíamos en la milpa  para avanzar con las parvas del frijol, antes que cayeran las primeras heladas y pudieran mancharlo  hasta  disminuir su compra y su costo. Era tan divertido hacer esta actividad, parecía que andábamos de campamento   iluminados con luces de linternas o focos del tractor. Nos alimentábamos con comidas enlatadas, que en la casa no me gustaban y terminaba discutiendo con mamá por mi negatividad para comer.

Esas mismas comidas en el campo no me desagradaban,  las disfrutaba como si fueran mis golosinas favoritas, tanto que no eran necesarios los gritos de mamá sorprendiéndome por rechazar esos alimentos  encerrados con sabor añoso.

Andábamos libres, tranquilos; sin sustos, sin miedo; por esos deshidratados campos,  cerros, montañas y laderas ralas de vegetación. Nada había que pudiera asustar nuestros paseos, la gente del pueblo y de los pueblos circunvecinos éramos familia, éramos bien  amigos, de esos amigos de ida y vuelta que hacen de un plato de frijoles, el más riquísimo y generoso banquete.

Ahora aquello que creímos se marcharía pronto, resulta que se ha quedado extendiendo la  raíz a su gusto y a su antojo. Anda por nuestros caminos terregosos,  por nuestras veredas asoleadas, por nuestras milpas añoradas y hasta descansan bajo las puertas de nuestras viviendas o al exterior de un colmado donde las bebidas frías merman el calor intenso de la hora sin sombra.

No conformes con eso, están robando nuestras herramientas que  nosotros como trabajadores del campo con mucho sacrificio fuimos comprando. Las sillas  de nuestros descansos vespertinos han desaparecido, los días de permanencia sobre nuestras milpas ni tantito creemos, ni pensamos que puedan regresar. Sus andares sin tiempo y solo por andar,  dejaron de verse  y de saberse entre las nopaleras, los arroyos y la valla de álamos siempre listos para ser adornados en cualquier festival comunitario.  

Hoy desde la capital y muchos municipios, estamos padeciendo el ambiente malo; ese ambiente que los medios achican, tratando de tranquilizar a la sociedad, que ha perdido su libertad de andar las vías con su marcha libre, con su marcha acostumbrada  única y   del día.

Lo cierto y  verdadero es que la realidad es otra, pero bastante diferente a lo que se ve donde se puede. Así que nunca confíen en los otros datos que se dicen escritos, tampoco crean que  por arte de magia el temor y el peligro se han esfumado. Lo que pasa es que se han extendido más allá de lo que se pensaba, ganando aquellos territorios donde la ley  hasta se asusta sola y por lo mismo, cuando el pánico nos llega hasta las orejas, la elegancia valiente se hace bolas y sierra todo lo que tenga que ver con combatir, proteger,  investigar y aprisionar.

Así que nadie espere el arribo de sus luces, como debe suceder entre toda autoridad lista, preparada y bien activa a favor del ciudadano sin importar ninguna clase social, religión ni color. Aquí seguimos bien comunicados, pero estamos todos presos. Por un lado el hampa que sigue presente y por el otro, un teléfono que no soltamos y que nos la pasamos  cuidando más que a nuestra vida.   

    

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