A q u e l a r r e | La diferencia entre el espíritu de servicio y el servilismo

A q u e l a r r e | La diferencia entre el espíritu de servicio y el servilismo

“Los electores somos importantes y debemos tenerlo muy claro. No podemos navegar con bandera de inocencia y creer en todo lo que los candidatos nos dicen” 

 

Tanya Ortiz*

 

Recién una amiga me hizo ver la importancia del trabajo en equipo, de la empatía entre colaboradores y el sentido de responsabilidad. También refirió “el amor al arte” con el que mucha gente se conduce en incontables ocasiones en sus fuentes de empleo y el espíritu de servicio que rige sus vidas.

No es que desconozca yo esos aspectos de un trabajo en el que interactúan varias personas, pero cuando estás acostumbrada a que eso sea la constante en tu vida laboral, ves como algo normal que entre todos aporten, colaboren, se ayuden, así que cuando algo salta y no es como suele serlo, es cuando te das cuenta que no todo mundo actúa con ese sentido de responsabilidad ni tiene empatía ni espíritu de servicio están muy lejos de actuar por amor al arte.

Sin embargo, aunque es de aceptarse y se comprende que hoy en día ya no es aceptable trabajar por amor al arte, es justo poner referir que hay quienes abusan de las personas que tienen esas cualidades y, lejos de la empatía, no solamente se aprovechan de ello, si no que exigen, como si aquello que una vez hicieron por su espíritu de servicio y ser “buenas gentes”, ahora sea su obligación.

También se puede identificar a quienes, en un afán de caer bien, conseguir dádivas o prebendas, exageran en su actitud de espíritu de servicio y caen en el servilismo, pisoteando a quien sea necesario por conseguir lo que buscan.

Esto viene a colación, sí, por cuestiones laborales en los distintos espacios del servicio público que conozco y con mucha gente que conozco, que ya cuando acuerda se ve inmersa en los procesos electorales, tanto porque les interesa, como porque quienes les rodean se involucran y terminan arrastrados en esa vorágine de servir y el servilismo.

Si bien esta última concepción podría tomarse como una actitud ciega de servir a una autoridad, es durante los procesos electorales, sobre todo cuando éstos terminan y se define a los ganadores, que el servilismo se convierte en adulación, en la lisonja y la alabanza exagerada con el único interés, hecha previo estudio de la persona a halagar, para ganarse su voluntad y obtener beneficios, llévense entre las patas a quienes se lleven.

De ahí que identifiquemos lenguas largas y sonrisas perennes, pero que en cuanto dan la vuelta se convierten en muecas y lenguas más largas aún, y los candidatos –no todos, por supuesto, pero sí muchos de ellos- son el claro ejemplo de ello: quiero tu voto, te doy por tu lado y te digo cuán importante eres para mí.

Y claro que los electores somos importantes y debemos tenerlo muy claro. No podemos navegar con bandera de inocencia y creer en todo lo que los candidatos nos dicen. Hay que escuchar y dimensionar qué es posible de todo lo que nos ofrecen, nos prometen y a lo que se comprometen.

Por bajar la Luna y las estrellas nadie se ha empobrecido…

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