A q u e l a r r e | El dolor interminable de las madres buscadoras

A q u e l a r r e | El dolor interminable de las madres buscadoras

“Así los últimos años en cada 10 de mayo, con el corazón partido y la esperanza de arropar entre sus brazos a sus retoños otra vez”

 

Tanya Ortiz*

Verla caminando con sus dos nietos de la mano, uno de cada lado, no da indicios de que lleva el corazón hecho pedazos hasta que la vez de cerca y alcanzas a descifrar un dolor interminable en su mirada.

Es una señora a la que conocí hace poco más de 30 años, jovial y con varios hijos que igual la hacían renegar por las travesuras que hacían en conjunto que por las alegrías que le daban. Tenía cuatro hijos, tres mujeres y un hombre que fueron creciendo a la par de mis hermanos, también llenándonos de anécdotas con sus travesuras, sus chistes y sus juegos.

En su caminar se adivina el peso del dolor y la responsabilidad de criar a otros niños que, aunque no son propios, por ser de sus hijas es como si lo fueran. El cansancio de una búsqueda interminable de sus dos hijas y su hijo se suma a esa responsabilidad de mantener -económica y emocionalmente- a dos niños que se quedaron sin sus madres.

No puede permitirse flaquear, ni siquiera con el paso de los años en los que no ha logrado tener noticias de sus hijas ni tampoco de sus hijos. Desde que se fueron y desaparecieron, primero él y luego ellos, juntas, ya anda por los 12 años de que me enteré, aunque estoy segura que para ella ha sido una eteternidad.

Cada 10 de mayo ella quisiera ver llegar a sus hijas e hijo y ese sería el mayor regalo que podría recibir para festejar con bombo y platillo el Día de las Madres. Valora los detalles que le dan sus nietos como la figura materna que se convirtió para ellos, pero qué más quisiera que ellos tuvieran la que la vida les dio, pero que el destino les arrebató.

Entrega su vida entera a esos niños, ahora unos jovencitos, pero su corazón sigue esperando día a día, saber que en algún lugar están sus hijas y que volverán. Ellas se fueron  a la frontera con la intención de comprar un vehículo para usar en Zacatecas y él, a Estados Unidos, de donde no volvió

Así los últimos años en cada 10 de mayo, con el corazón partido y la esperanza de arropar entre sus brazos a sus retoños otra vez.

No. Ella no puede festejar nada. A ella le duele ver la alegría y el derroche de amor de hijos y madres, y no por envidia, sino porque no puede compartirlo. No lo tiene más para vivirlo, para disfrutarlo y gritarlo a los cuatro vientos, como cuando llegaba oronda a los festivales de la primaria.

Es una de las Madres buscadoras de hijas e hijos desaparecidos que no bajan la guardia y no sueltan la esperanza.

Para ellas, este 10 de mayo será un día más para exigirles a las autoridades que sigan buscando, que les den noticias, que les digan aunque sean malas noticias, pero saber dónde están sus hijos. No hay peor dolor que la incertidumbre y ellas así han vivido durante años.

Allá va caminando, con los niños asidos a sus manos, para recordarle que el título de madre también se lo dan los nietos y que hay quienes no necesitan un hijo de sus entrañas para ganarlo.

 

* Politóloga, periodista y abogada. Amante de la lluvia, la música y el preticor.

 

**Las opiniones plasmadas en las colaboraciones son responsabilidad de cada autor, así como su estilo de escritura. Ecodiario Zacatecas sólo es una plataforma digital para darlas a conocer a sus lectores.

 

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