Reflexionando el Evangelio | Testigos… En tiempos inéditos
Domingo de Pentecostés, 2022
“El Espíritu Santo les enseñará todas las cosas”
Juan 14, 15-16.23-26
El tiempo litúrgico de Pascua culmina con el envío de los discípulos para que sean testigos del Resucitado en todo tiempo y lugar. Hoy, no cabe duda, vivimos tiempos inéditos de violencias y de variadas confusiones. El envío del Espíritu marca el tiempo de la Iglesia para que cumpla su misión de anunciar, celebrar, testimoniar el Evangelio de la vida, el amor y la paz hasta el último rincón de la casa propia y la casa común.
“Cada quien los oye hablar de las maravillas de Dios en su propia lengua” era la noticia voceada que recorría las calles/casas de Jerusalén cuando los discípulos salieron del lugar donde fueron transformados por el fuego del Espíritu Santo. De la timidez pasaron a la valentía, del miedo a la confianza, de la cobardía a ser testigos decididos… También en tierras y espacios secuestrados por la necedad y ceguera de unos cuantos... de aquel tiempo y del nuestro.
Pentecostés indica el tiempo nuevo y definitivo, el paso del Espíritu, la posibilidad de la fraternidad concreta, la fe que mueve montañas, la era del amor y la paz en cada persona y barrio de la vida... Es el Evangelio de Jesucristo al alcance de quien quiera escuchar y acepte creer; de quien busca la verdad y dé los pasos necesarios para convertirla en estilo de vida. Es criminal decir ‘creo en Dios’ y, al mismo tiempo, rafaguea al hermano.
Tres dones pido al Espíritu Santo para ser Iglesia cercana, muy cercana, y testigos audaces y comprometidos:
El don de sabiduría para saber leer, comprender y atender los anhelos de quienes habitan en el campo y la ciudad… y en la babel de las modernas confusiones, relativismos, indiferencias, ofertas ambiguas de salvación… Hoy más que nunca necesitamos sabiduría para distinguir los auténticos valores que construyen el Reino de Dios de aquellos que, en apariencia, ofrecen salvación barata, pero destruyen la vida y la esperanza.
El don de la audacia para salir de las zonas de confort en que nos encerramos bajo el pretexto de inseguridades y ‘derechos egoístas’. El reto principal de la Iglesia no es si comulgamos en la mano o en la boca; tampoco es de nostalgia… El reto es aceptar el fuego del Espíritu que nos dé valor para discernir las trampas y posibilidades del presente y mirar con confianza hacia el futuro. Para ello necesitamos la apertura incondicional a las mociones del Espíritu Santo. El Papa Francisco nos da ejemplo de un Pentecostés incisivo y permanente.
El don de aceptar con alegría la misión. Somos los discípulos- testigos enviados a recorrer las nuevas avenidas del mundo del siglo XXI. No hay desafíos y escenarios que se resistan al Evangelio cuando hay testigos comprometidos en la caridad. Si cada bautizado se deja transformar por el fuego del Espíritu y acepta con alegría el compromiso de la misión habrá un futuro esperanzador.
Hoy respondemos cantando: Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya. Que así sea. Amén.
Los bendigo movido por el Espíritu del Señor.
+ Sigifredo
Obispo de/en Zacatecas
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