Pasión por el deporte | La liberación del ego como meta (segunda parte)
“Entender todo ello significa aprender que es uno el que está al servicio del deporte y de la sociedad y no al contrario. Esto es liberarse del ego”
José Ortega Ramírez*
Si uno analizará el trabajo de un entrenador, comprobaría que se desarrolla en muchos ámbitos distintos y que no es sencillo abordarlos todos. Si hicieran una encuesta entre todos los entrenadores del mundo y les preguntaran que es lo más complicado y lo más importante de su trabajo, sin temor a equivocarme, diría que casi el cien por cien respondería que gestionar los egos de sus jugadores.
Ellos saben perfectamente que el éxito de un equipo radica fundamentalmente en controlar y contentar esos animales feroces e insaciables llamados egos, que son los que dirigen las voluntades de sus deportistas.
El deporte es un arma de doble filo en este sentido. Es muy complicado cuando por otro lado necesitas que se muestren en todo su apogeo y se crean que son los mejores para que tengan una gran autoestima y confianza en sí mismos. Encontrar el equilibrio no sólo de uno, sino de todos los miembros de un equipo, es la ardua tarea a la que se enfrenta cualquier entrenador a diario.
Finalmente, nos encontramos ante el verdadero objetivo de hacer deporte, que no es tener un cuerpo musculoso, ser famoso, ganar dinero y ser considerado una persona de éxito. La verdadera meta de practicar deporte es domar esa fiera interna que quiere destacar por encima de todos, que anhela ser siempre el mejor, gestionar el insaciable deseo de ser el centro de la atención, moldear, perfeccionar y gestionar nuestras emociones y comportamientos.
La esencia verdadera del deporte radica exactamente en su unicidad para desarrollar y mejorar esa dimensión más profunda de cada uno de nosotros llamada “inteligencia espiritual”.
De hecho, hasta que un deportista llega a entender que ese es el verdadero objetivo, lo único que está haciendo es alimentar su ego. Entrenara para ser más fuerte, más rápido, para saltar más alto y para ser mejor técnicamente. Se levantará cada caída para demostrarles a los demás que él es el mejor y el que más dinero tiene que ganar. Se sentirá orgulloso de todas las medallas y títulos conseguidos, así como de todos sus records.
De ese modo su ego seguirá siempre creciendo y estará cada día más feliz, pero al mismo tiempo vivirá con un gran vacío interior.
A esa manera de hacer deporte se la podría denominar “ignorancia deportiva”. Practicar deporte de ese modo significa rehuir tu responsabilidad a la hora de hacer tu trabajo interior, negándote como consecuencia la posibilidad de crecimiento personal.
Es obligatorio recalcar ese crecimiento espiritual cuando uno tiene completamente interiorizado el hecho de que no lo hace para vanagloriarse, jactarse o alardear de los triunfos conseguidos, sino que lo practica por disfrute, para compartir con absoluta humildad y modestia los posibles triunfos y para ponerse al servicio de los compañeros, rivales y de la sociedad.
Entender todo ello significa aprender que es uno el que está al servicio del deporte y de la sociedad y no al contrario.
Esto es liberarse del ego.
*Escritor e instructor profesional en ciencias aplicadas al futbol.
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