La familia | La vida lograda dentro de la familia

La familia | La vida lograda dentro de la familia

“En esta tierra no llegaré jamás a ser plenamente quien soy, si fuera así, desaparecería mi razón de existir como caminante”


Susana Sánchez*

Hace algunos años, cuando cursaba la maestría en Educación Familiar me tocó hacer la recensión de un libro de Alejandro Llano llamado “La vida lograda”, en la cual se nos hacía énfasis en las cosas que se necesitan para lograr una vida equilibrada y en armonía.

Si aplicamos estos principios a la vida familiar debemos recordar que la virtud, para adquirirla no hay otro camino que practicarla, ya que, como conducta humana excelente, es un modo de comportamiento que perfecciona en la medida en que se vive. La virtud es exigencia a uno mismo para alcanzar la excelencia. Pero no solo por el afán de ser virtuoso, sino para que esa excelencia nos lleve a darnos por amor, a los demás y ofrecerles lo mejor de nosotros mismos. Esto se aplica específicamente a la familia.

Ahora bien, esta puesta en práctica de las virtudes debe, necesariamente contar con raíces, con estructura y sobretodo, con un fin, de otro modo tampoco tendría mucho caso crecer en virtudes sin un objetivo y una dirección y sin un propósito de compartir lo aprendido. Una virtud en reserva deja de ser virtud. Se es virtuoso siempre, no solo cuando hay oportunidad o necesidad de ejercer la virtud en cuestión.

Y solo se vive la virtud genuinamente dentro del núcleo familiar, donde los valores no se convierten en prejuicios, escrúpulos o paradigmas que solo llevan a mal aprender las virtudes y a desfigurar su esencia.

La ética no se puede dar como un esfuerzo aislado, tiene que ser siempre comunitario, ya que una vida lograda en solitario es una negación en sí misma. Es en la familia donde necesariamente deberemos encontrar esta vida lograda de la que hablamos. La moral privada no existe, Aristóteles habla de que el actuar bien es actuar como el hombre bueno, y esto solo se puede dar cuando aprendo cómo comportarse rectamente de otros hombres y los imito. No hay otra escuela que la propia comunidad y no hay comunidad más importante que la propia familia.

Una manera de aprender a vivir moralmente es la tradición en la familia, la cual nos ancla y nos da valoraciones de bienes a través de los años. La tradición es siempre el temple intelectual y moral de una familia y de un pueblo.

Para vivir una vida moralmente correcta hay que decidirse a vivirla, no solamente a conocerla, y cabe señalar que en la ética no cabe el relativismo, las acciones son buenas o malas, los resultados de estas no justifican el medio que se utiliza.

Una vida lograda debe necesariamente estar regida por la unidad, congruencia o coherencia, la cual es signo característico de esta vida.

Como conclusión, podemos decir que cada vez que obro correctamente añado valor a mi propio ser, soy más yo, lo cual repercute en mi mejor obrar cada vez. Esto, a su vez, potencia mi memoria activa para actuar cada vez mejor en el futuro, lo cual denominamos experiencia. 

Cabe señalar que no hay plenitud total, ya que en esta tierra no llegaré jamás a ser plenamente quien soy, si fuera así, desaparecería mi razón de existir como caminante.

La vida debe ser para mí un camino de aprendizaje, de perfeccionamiento humano y de total servicio, ya que paradójicamente, la excelencia excluye el perfeccionamiento total.

Una vida lograda es una vida cabal e íntegra, donde no sobra ni falta nada, en la medida de nuestra humanidad.


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