La Familia | Familias afables
“Una palabra afable, nada hace perder”
Ludwig Van Beethoven
Susana Sánchez*
Durante el transcurso de nuestra vida, todos nos encontramos con personas muy diferentes en nuestro trabajo, en la calle y en nuestra propia familia, todos con carácteres y modos de ser muy diversos, es entonces cuando se presenta la necesidad de una sana convivencia con todos ellos.
La afabilidad es una virtud de convivencia que nos lleva a hacer la vida más grata y agradable a quienes nos rodean.
En la familia, es necesarísima esta virtud, debido a que son con las personas que pasamos más tiempo y con quienes convivimos más estrechamente, podemos decir que tenemos un cierto deber natural de honestidad y amabilidad primero para con los nuestros.
Porque sucede que muchas veces somos agradables y amables con los extraños o con quienes tenemos un trato de jerarquía, de amistad o de conveniencia y dejamos a un lado o damos por hecho que queremos a los de la casa, pero no se los demostramos con detalles, con gestos amables, con respeto, con indulgencia o con alegría.
Santo Tomás en la “Suma Teológica” señala que se requiere de esta virtud especial, -que encierra en sí otras muchas pequeñas virtudes- que cuide de ordenar las relaciones de los hombres con sus semejantes, tanto en los hechos como en las palabras.
Existen muchos ejemplos de personas afables que podemos imitar en nuestra convivencia diaria en la familia, gente que se lleva bien con todos sin distinción de ningún tipo, personas amables que se caracterizan por hacer a un lado sus preferencias personales con tal de hacer agradable la coexistencia y que son capaces de ceder en cosas sin importancia, o aun con alguna importancia. Aunque no se trata de agradar a toda costa, tampoco nos debemos detener en agradar, si es necesario, para conseguir un bien o evitar un mal.
La afabilidad no causa una admiración ruidosa, sin embargo, cuando ésta falta, se echa mucho de menos y se hacen tirantes difíciles o hasta imposibles las relaciones familiares. Es la virtud opuesta al egoísmo, al espíritu de contradicción, a la violencia, a la obstinación, al mal humor, a las faltas de educación en el trato mutuo y a vivir sin tomar en cuenta a quienes viven con nosotros.
Las familias afables saben hacer sentir bien a los demás, les resulta fácil hacer cosas juntas, llevarse bien, resolver sus problemas rápido y sin dramas y crear ambientes agradables fortaleciendo las relaciones y proporcionando momentos llenos de alegría, de comprensión y de amor.
Muchas veces, una palabra cordial, un gesto afectuoso, una señal de cortesía o una muestra de cariño es como aire fresco para nuestra familia y para nuestros amigos.
*Maestra en Educación Familiar
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