La Familia | El deber de la familia de educar en la paz
“La paz comienza con una sonrisa”
Susana Sánchez*
Todos hemos escuchado sobre las iniciativas a nivel mundial sobre la educación, el desarrollo y la procuración para promover y fomentar la paz a nivel mundial, muchos pensamos que es trabajo de los diplomáticos y organismos internacionales el sostener y trabajar por la paz, y efectivamente, la UNICEF por ejemplo, cuenta con directrices claras sobre la promoción de la misma siguiendo las directrices de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio y los principios de los derechos humanos, como por ejemplo los incluidos en la Convención sobre los Derechos del Niño, es decir, los intereses directos de los propios niños, la no discriminación y el derecho de los niños a la participación y a ser escuchados. Estos principios implican un compromiso con la construcción de la paz.
Del mismo modo, en la Unicef, la educación para la paz se define como “un proceso de promoción del conocimiento, las capacidades, las actitudes y los valores necesarios para producir cambios de comportamiento que permitan a los niños, los jóvenes y los adultos prevenir los conflictos y la violencia, tanto la violencia evidente como la estructural; resolver conflictos de manera pacífica; y crear condiciones que conduzcan a la paz, tanto a escala interpersonal, como intergrupal, nacional o internacional.”
Y todo esto nos sonará muy ajeno, pero resulta que una de las principales tareas que tenemos como padres es justamente la de enseñar a “resolver de manera pacífica y crear condiciones que conduzcan a la paz”.
Muchos de los conflictos que se generan a nivel mundial inician en la casa, dentro de la familia, cuando no sabemos manejar con inteligencia y con voluntad los problemas, cuando no anteponemos la felicidad de los nuestros a la propia, cuando nos gana el egoísmo y no ponemos las condiciones para hacer de nuestra casa un hogar pacífico y alegre.
Trabajar por la paz es un asunto serio, es una ardua labor y debemos tomar en cuenta que lo más difícil de la paz es que tenemos que hacerla justo con el enemigo.
Si papás, es en el núcleo familiar donde los futuros hombres y mujeres de este planeta aprenden a trabajar por la paz, es en el hogar donde adquieren las capacidades que los harán prevenir conflictos y resolverlos de manera pacífica a través de los valores que nosotros les enseñamos, creándoles un entorno tranquilo, con aprendizajes efectivos adecuados al temperamento de cada uno de nuestros hijos, basándonos en los valores de convivencia como lo son el respeto, la tolerancia, la comprensión, la empatía, la humildad, la protección y muchos otros que inciden en una construcción pacífica de su personalidad.
Una educación inspirada en la paz produce hijos tranquilos, serenos, afables, sensatos, maduros y con una adecuada preparación para la vida activa, con un pensamiento crítico, generan entendimiento entre personas, la capacidad para tomar decisiones, adquiriendo la comunicación, la negociación, la resolución de conflictos, la capacidad para hacerles frente y una actitud personal aplicable a su vida cotidiana.
La misma UNICEF sostiene que el cambio duradero en los comportamientos de los niños y los adultos sólo tiene lugar a largo plazo, una educación para la paz que sea efectiva es un proceso necesariamente largo, no una intervención puntual.
Es por eso que, como papás, debemos comprometernos a trabajar por ella y a buscar vivirla en todo momento, siendo nosotros mismos agentes de paz, generando oportunidades de diálogo, compartiendo ideas, escuchando activamente, validando sentimientos, siendo muy pacientes, erradicando lenguajes o actitudes agresivas, practicando la reflexión y teniendo una sana convivencia en todo momento.
Y antes que todo, ¡amando mucho a los nuestros!