Hablemos de seguridad… y algo más | Violencia juvenil
“Es de suma importancia la prevención en el hogar desde la edad temprana para encauzar y educar al joven mediante la disciplina, a través de todo un proceso que comienza en los núcleos primarios como la familia, seguido por la escuela, la profesión y la instancia laboral”
Diego Varela de León*
La adolescencia es una de las etapas más bonitas y a la vez una de las más vulnerables por la que atraviesan los jóvenes, ya que en esta edad los cambios no solo físicos, sino también emocionales o bien de conductas no propias los pueden llevar a probar o experimentar “modas” dañinas y peligrosas orientadas a auto dañarse, al consumo de alcohol o de sustancias tóxicas para su cuerpo, o bien orientarse a la violencia para el caso del presente esbozo.
Usualmente cuando hablamos de este tema, el concepto que utilizamos para hablar de este tipo de violencia es violencia juvenil, referida a las manifestaciones o comportamientos protagonizados por jóvenes, sin considerarlos como víctimas, pero sí como victimarios.
Y para evitarlo utilizaremos el concepto de violencia asociada con jóvenes. Sin embargo, este concepto no pretende insinuar que la condición de juventud es inherente al ejercicio de violencia, lo que intentamos es mostrar que las condiciones que se ofrecen a jóvenes para vivir la etapa de juventud, influyen en que la violencia y la delincuencia adquieran sentido en las personas jóvenes, por ello es importante considerar el contexto en el que se instala la violencia asociada a jóvenes para evitar criminalizarlos.
Es importante señalar que la violencia asociada con jóvenes se considere como un fenómeno complejo de índole relacional, psicológica, económica, política y cultural que tiene que ver con la falta de respuestas institucionales tanto informales como formales en las que se reconozca que la adolescencia y la juventud constituyen etapas de transición y como se sabe “las transiciones presentan inherentemente cierto grado de vulnerabilidad en la medida que implican incertidumbre, imprevisibilidad y riesgos”.
Según la Organización mundial de la Salud (OMS) en datos hasta el año 2023, más de los 176,000 homicidios que se dan cada año en el mundo suceden entre jóvenes de entre 15 y 29 años de edad, lo que supone el 37% del número total de homicidios en el mundo, igualmente nos cita la misma organización que el homicidio es la tercera causa de muerte más frecuente en individuos en dicho rango de edad y la gran mayoría de víctimas son hombres.
Por lo anterior, es preocupante que en estos momentos haya bastantes jóvenes que no viven de manera adecuada, pues se orientan a conductas antisociales que dañan su propia vida y a la sociedad, y por tanto puede decirse que las estrategias de control informal es decir la familia y la escuela no cumplieron su cometido y es entonces que entrarán en acción las instancias (instituciones) de control formal reproduciendo las exigencias de control y aplicación de la ley, pero de forma coercitiva.
Por ello, es de suma importancia la prevención desde el hogar o también conocidos como controles sociales informales o secundarios que se tienen que implementar desde la edad temprana, los cuales refieren a encauzar y educar al joven mediante la disciplina, a través de todo un proceso que comienza en los núcleos primarios como la familia, seguido por la escuela, la profesión y la instancia laboral, y que culmina con la obtención de una actitud de actuación adecuada ante la interiorización de las pautas de conducta transmitidas y aprendidas durante dicho proceso de educación y socialización, que lo llevan a la obediencia.
Estos controles encaminados en la educación y el desarrollo temprano constituyen verdaderos instrumentos adecuados para imbuir en los jóvenes los valores morales, espirituales, cívicos y éticos, orientados en generar una ideología adecuada para su propia vida.