Hablemos de seguridad… y algo más | Violencia comunitaria
“Indudablemente las consecuencias de la violencia comunitaria incrementan una percepción de inseguridad”
Diego Varela de León*
Hablar del ámbito comunitario nos remite al espacio geográfico habitado por grupos de personas que comparten los espacios y servicios públicos del territorio que habitan. Y es en este ámbito donde las personas pueden establecer lazos de confianza encaminados a la construcción de una adecuada cohesión social y por ende la construcción de espacios públicos para la prevención de la violencia, o bien permanecer aislados en sus casas evitando interacciones con los vecinos e indiferentes a la calidad de los espacios públicos.
La violencia comunitaria se ha definido como: “los diversos tipos de violencia que se dan a un nivel macro comunitario, en donde se impacta la calidad de vida, seguridad y sana convivencia de sus integrantes. Este tipo de violencia se relaciona con un ambiente tóxico comunitario que incluye criminalidad, dependencia a sustancias, agresividad interpersonal, delincuencia, problemas conductuales y de salud mental, violencia escolar y doméstica, exposición a escenarios violentos, desigualdad económica y problemas escolares”
Mientras que la OMS (2002) precisa que la violencia comunitaria se registra entre individuos no relacionados entre sí, e indica que ejemplos de ésta son la violencia asociada con jóvenes, las violaciones y agresiones sexuales por parte de extraños. Por su parte, la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV) indica que la violencia en la comunidad se caracteriza por denigrar, discriminar y excluir a las mujeres del espacio público. En otras palabras, se trata de expresiones de violencia que suceden en lugares de uso común y que usualmente son ejercidos por personas con las que no se tiene una relación cercana. Y entre algunos de los factores de riesgo asociados a la violencia comunitarias podemos mencionar por un lado la falta de oportunidades económicas (desempleo), así como la concentración de zonas residenciales pobres sin atención institucional, de igual forma la alta movilidad residencial por falta de buenas condiciones de vivienda, asimismo, un alto nivel de desintegración familiar, de la misma forma colonias socialmente desorganizadas y sin la adecuada atención por las instituciones, así como una cohesión social débil o inexistente, y en la parte de la aplicación de la justicia una inacción ante conductas antisociales y delictivas en la colonia o el barrio, y un marcado deterioro de los espacios públicos, entre otros.
Y entre algunas expresiones de violencia comunitaria que podemos enumerar son los asaltos, robos a transeúntes, robo a comercios, riñas callejeras entre individuos o grupos, ingerir bebidas alcohólicas en la vía pública, escandalizar en la vía pública, tocamientos a mujeres, niños o personas desprotegidas, comentarios lascivos o sexuales que incomodan, persecución, mostrar genitales, violación, entre otros. Todas ellas han sido tipificadas como faltas administrativas y delitos en nuestro país y así se registran en el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, lo que resulta congruente con lo señalado por la OMS respecto a que "la violencia comunitaria es muy visible y suele considerarse una falta administrativa o un delito" (OMS).
Indudablemente las consecuencias de la violencia comunitaria incrementan una percepción de inseguridad, limitando la participación en el uso de lugares públicos y restringiendo la movilidad, de tal suerte que residir en un lugar con altos índices de violencia comunitaria hace que muchas personas adopten un estilo de vida violento, es decir que siempre estén a la ofensiva y por ende igualmente reproduzcan violencia, pero además que lo consideren normal. Sin duda la violencia comunitaria impacta en la calidad de vida, la seguridad y la sana convivencia entre sus habitantes, e impacta particularmente en el sentimiento y percepción de inseguridad, inhibe el uso de espacios públicos y, al no usarlos, contribuye a su deterioro. Igualmente afecta al comercio porque la comunidad evita salir a las calles y consumir en lo local. Hay algunos ejemplos de ciudades en las que se han registrado escaladas de violencia donde los negocios incluso han cerrado y las calles permanecen vacías; todo lo anterior sin duda le da al traste a la cohesión comunitaria y en vez de ver su espacio geográfico en forma de aliciente lo observa como un campo donde se reproduce violencia y delincuencia.
Por ello la ineludible e impostergable tarea de todas y todos en el sentido de construir comunidades libres de violencia, que nos lleven a una convivencia comunitaria sana, donde impulsemos el respeto por sobre todas las cosas, amén de los valores éticos y morales entre unos y otros, así como una adecuada interacción, participación, identidad y sentimiento de pertenencia a nuestras comunidades; es decir que para generar cohesión comunitaria el primer paso será el de construir confianza entre unos y otros, lo que a su vez dotara de sostenibilidad las interacciones positivas y proactivas que realicemos para crear comunidades libres de violencia y delincuencia.