Hablemos de seguridad… y algo más | Juventud, divino tesoro en riesgo
“Los jóvenes son también vulnerables porque se enfrentan a cambios en su vida física, cognitiva, social, de género y emocional”
Diego Varela de León*
Si bien es cierto que para muchos de nuestros amables lectores nuestros tiempos joviales en cuanto a la edad cronológica han pasado aun y cuando en nuestro ser sigamos conservando ese espíritu de juventud y en un comparativo con las nuevas generación cronológicamente hablando y que muchos de esos jóvenes son ahora nuestros hijos, mismos que fueron creados, educados y orientados en un sistema más facilón, pues como padres quisimos darle a nuestros hijos todo lo que no tuvimos o de lo que carecimos y por ende les tratamos de hacer la vida un poco más facilona para que ellas y ellos aprovechen mejor las oportunidades de vivir en mejores entornos, pero que desafortunadamente muchos no han sabido aprovechar para salir adelante, aunque igualmente habrá que dejarlo claro que la construcción sociocultural que hemos delineado ha hecho más difícil la vida para los propios jóvenes quienes se encuentran en un constante riesgo por los mismos avatares sociales que viven y padecen tales como el tema de las drogas, alcoholismos redes sociales, amistades inadecuadas, música y delincuencia organizada entre otras, y en un símil de una y otra generación, por supuesto que fue muy distinto al que por suerte nos tocó vivir a esta generación que hoy tiene 50 y más y digo por suerte porque gracias a que nuestros padres nos orientaron a un idea que todo en la vida cuesta y que con trabajo, dedicación y esfuerzo lo tendríamos que conseguir.
De acuerdo con el Instituto Mexicano de la Juventud, existen diferentes parámetros para definir el rango etario que comprende la adolescencia y la juventud, en nuestro país, se considera que la juventud comprende el rango de los 12 a los 29 años. Por lo general, la adolescencia es definida como el rango de edad de los 12 a los 18 incompletos y la juventud de los 19 a los 29 años.
Según el PNUD (2014) el discurso social que orienta el cumplimiento de altos niveles de preparación académica, participación deportiva, desarrollo de artes y otras actividades formativas hacia el éxito económico y social configura desajustes entre las oportunidades y posibilidades, creando frustración y desconfianza hacia las instituciones por parte de la población joven. Los jóvenes son también vulnerables porque se enfrentan a cambios en su vida física, cognitiva, social, de género y emocional. Por ejemplo, los adolescentes podrían correr el riesgo de quedarse fuera de la escuela y del trabajo, limitando su participación en la sociedad, algunos son obligados a trabajar, son víctimas de la trata con fines sexuales o se convierten en migrantes indocumentados, estas experiencias vienen determinadas por el entorno socioeconómico.
Y entre algunos factores que incrementan la vulnerabilidad de la población joven esta la fuerte tendencia a la privatización de los espacios públicos, así como el predominio de familias debilitadas, igualmente el alto índice de violencia familiar que prevalece en el núcleo principal de la sociedad, de igual forma la pobreza o acentuadas carencias, igualmente el carácter violento y autoritario de la cultura cívica en la que todas y todos de una y otra forma somos coparticipes, también podemos citar la falta de oportunidades recreativas, educativas y laborales, así como los modelos tradicionales de masculinidad y feminidad que aún están presentes en nuestra sociedad, una acentuada presencia de armas y drogas no solo de manera física sino también simbólica en las redes sociales, la música, series, películas etc., asimismo, la presencia de pandillas y de grupos del crimen organizado, estigmatización y criminalización de las y los jóvenes por su forma de vestir, asimismo, los escasos canales de participación efectiva y una incipiente participación en las políticas públicas en general dirigidas a jóvenes, el enfoque que ve a jóvenes como "generadores de violencia" da como resultado que algunas políticas públicas de prevención caigan en tres grandes sesgos que ignoran como la condición de ciudadanía de las y los jóvenes y el ejercicio pleno de sus derechos, también el desaliento a la participación política y social de las y los jóvenes, y la generación de percepciones de riesgo, olvidando las demandas fundamentales de las y los jóvenes, su participación y liderazgo, y la coproducción de espacios para su desarrollo.
Y de los factores anteriormente enunciados las consecuencias de la violencia asociada con jóvenes son el incremento de la tasa de homicidios, las conductas de riesgo (por ejemplo, consumo excesivo de alcohol o drogas, un ejercicio irresponsable de su sexualidad, entre otras), las grandes cargas financieras para la propia familia y la sociedad en el corto, mediano y largo plazo por todos lo que desembocan las conductas de riesgo de los jóvenes, así como el incremento del costo en el sistema de salud y de justicia, y por supuesto una marcada pérdida de credibilidad y confianza en la juventud amen de su estigmatización.
Según Pérez y Azaola (2012) a diferencia del discurso que estigmatiza a los jóvenes, es necesario construir la seguridad ciudadana juvenil debido a la alta vulnerabilidad en la que se encuentran, la cual consiste en reconocerlos, así como sus necesidades y propuestas; promover su participación en el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas; y generar igualdad de oportunidades económicas, educativas y recreativas para los jóvenes con el propósito de mejorar su calidad de vida, la de sus familias y comunidades, al margen de la violencia y la delincuencia. Por otro lado, el enfoque de seguridad ciudadana juvenil integral rechaza la concepción de una ciudadanía juvenil pasiva y que sigue siendo objeto de las acciones de los demás, integrándola a una visión en la que puede ser coproductora de seguridad, pero no por su condición etaria per se, sino por sus actuaciones específicas en la polis en calidad de ciudadano o ciudadana.
Y entre los factores de protección que podemos resaltar desde los individuales como los atributos personales como el temperamento fácil, autonomía, competencias sociales, así como el enseñar a resolver conflictos de manera pacífica, alentar la alta autoestima, autoeficacia, sentido de propósito y la actitud positiva, también desde la familia podemos imbuir buenos valores, el amor y apego al núcleo familiar, brindar apoyo emocional y material, instruir con buenas prácticas parentales que sean coherentes con expectativas positivas, así como orientar con un buen modelo de resiliencia, igualmente desde la escuela se tienen que fomentar relaciones positivas con compañeros y profesores, así como un apoyo integral y efectivo mediante un clima social escolar centrado en el impulso de los estudiante colaboradores y seguros de sí mismos y programas de apoyos especiales de acuerdo a las necesidades de cada alumno, de igual manera desde la comunidad se deberán tejer redes de apoyo y protección, igualmente la promoción del apoyo entre pares, así como una adecuada orientación para la práctica de deportes, círculos de lectura, actividades culturales y de sano esparcimiento que promuevan identidad positiva y sentido de pertenencia adecuada.