Andar las vías | La visceralidad no es sinónimo de ternura, por eso los hijos se van

Andar las vías | La visceralidad no es sinónimo de ternura, por eso los hijos se van

“Nadie más fuerte que los pequeños…”

Luna Morena

Hace unas pocas horas, mis nietas me invitaron a lo que estaban jugando; esta actividad me provocó sentimientos encontrados, que me llevaron a mi niñez totalmente distinta a la que ahora viven ellas. La cuerda para brincar con la que yo me divertía, era un mecate que mi papá después de rogarle mucho me prestaba, con la consigna de regresárselo pronto, porque lo tenía que ocupar.

Hoy estas pequeñas no se entretienen si no tienen una cuerda para cada una, que además deben ser  bonitas, de colores, mejor que la de sus vecinitas y la de sus compañeras de escuela; de tal manera que no puedan competir con sus gustos ni con el costo de sus brincas.

Además de entretenerse con esos objetos, se entretenían cantando, una canción que entre mi diversión en mis años chiquitos yo también cantaba, así que cuando  les hice los coros, estaban asombradas de que me supiera sus tonadas. 

La verdad que nunca pasó por mi pensamiento que mis nietas cantarían, lo que yo a su edad también cantaba, y ahora en su pequeñita compañía recuerdo mi pretérito, mis ayeres, mis tiempos así. Desde luego que en casa faltaban cosas hasta de lo más indispensable, pero esas carencias, nunca pudieron ganarle a la felicidad que me embargaba cuando en él “bebe leche” acompañada de mis primas me llevaba los honores. Esto perdía su belleza  al llegar a la casa; parecía que mi madre me espiaba, porque sentada en la puerta, con su chancla voladora y su mirada fiera, no perdía ninguno de mis movimientos. Esas llamadas de atención eran comunes en mi tierra por lo que nadie veía mal aquella visceralidad. 

En esta época también suceden esos correctivos y suceden mientras el niño desconozca que cuenta con  defensores que siempre verán por su vida, la cual debe ser  blanda, tranquila, y en paz. Quienes violenten su niñez, sus derechos, son candidatos para una advertencia de la autoridad que vive trabajando en pro del bienestar familiar, del bienestar infantil. Una ocupación que se lleva bien con los chiquillos, porque en el momento que ven a sus  papás listos para la reprimenda, responden con aquello que les sirve mucho para defenderse: si me pegas, te denuncio al DIF. Con esas palabras hacen que las batallas  se dobleguen. Bien por este amparo para los  violentados sin ninguna razón, para los violentados porque no quieren trabajar, y para los que siguen en la lista de los violentados cotidianamente.

En mi infancia esto no existía y si hubiera existido, nadie de los jefes de familia lo hubiera respetado. Los cambios de esta época sirven y valen mucho para la niñez que va entendiendo la forma de usarlos, ante el dolor que pudieran ver avecinarse.  Mis nietas que son tres, saben que su madre  siendo una,  no tiene las de ganar; dicen que se está curando de sus gritos, y sus enojos, que ya no pone sus ojos de diablo. En caso de verla que se va poniendo roja, y cada vez más roja, ya saben la manera de detenerla; igual a su papá.

Quienes se encargan de instruirlos acerca de esta labor, son las dependencias estatales de donde estén viviendo, mismas que van a las escuelas únicamente para dar la noticia y decirles que confíen en ellos, que nadie está solo. Nadie más fuerte que los pequeños, por más que sean sus padres, deben ser capaces de reprimirlos, de lacerar su estructura, de herir su memoria, y marcar su vida. Deja a las vieras ese placer tan vil, puesto que la visceralidad no es sinónimo de adoración.


Los Inmortales | Papa Bouba Diop - Senegal 

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Los inmortales | Johan Neeskens-Países Bajos (Holanda)

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