Andar las vías | Una probadita para que aprenda a ser hombre

Andar las vías | Una probadita para que aprenda a ser hombre

“De traguito en traguito se va creando una gustadera incurable, habitual y rebelde ante las llamadas de atención de padre a hijo”

LUNA MORENA*

No es nada agradable presenciar al jefe de familia en el momento de darle una probadita de la mala bebida a su hijo, menos el motivo del porqué lo hace.

Con tan pocos añitos, ellos desconocen el por qué su padre busca inducirlo a formar parte del mismo vicio con sus mentadas probaditas; que terminan convirtiéndose en el enemigo principal de la economía familiar.

Ya entrados en ese defecto llamado adicción, el gasto mayor ocurre de ese lado y donde hace muchísima falta nada llega, solo la ausencia de todo lo necesario para el sostenimiento de la familia; que día tras día vienen a ser testigos de los gastos inútiles a favor de aquella perdición totalmente enemiga de todo bienestar hogareño. Llámese zapatos, ropa, comida, útiles escolares, colegiatura, golosinas, agua, luz, y otras cosas. más.

Todo por esa mala y heredada probadita, que divierte a quien la da, que enferma a quién la recibe; pero que afecta en gran medida la canasta de los víveres, la felicidad consanguínea y la estabilidad hogareña.

Al recibir por su propio padre la bienvenida al ruedo; el pequeño es recibido por un sueño pesado, extenso y antiestético; de esos nunca vistos, ni conocidos en ningún varoncito de su edad.

Dicen que está dormido, pero la verdad nadie la sabe, ni siquiera el perjudicado. Pudiera ser que a los dos añitos está padeciendo su primera borrachera; ante la mirada orgullosa y satisfecha del papá, quien no puede ocultar el regocijo de todos sus alcoholizados sentidos, que parecen esparcir una delectación de paquete junior.

De traguito en traguito se va creando una gustadera incurable, habitual y rebelde ante las llamadas de atención de padre a hijo. Un hijo que con el "tú me enseñaste", dicho de una manera directa, fuerte y pesada, hace callar a su progenitor y agachar la cabeza sin nada para responder porque todo está en su contra.

Esto es lo que terminan dejando las mentadas probaditas, o los mentados traguitos, que poquito después se convierten en botellas insociales.


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