Andar las vías | Palabras con poder

Andar las vías | Palabras con poder

“Cuidemos de nuestros niños porque nuestras palabras tienen poder”

 

Luna Morena*

Desde que me acuerdo y porque todo se escuchaba de una vivienda a otra, en mi gran Tulillo podíamos oír, pero bien claro, las palabras que los papás usaban para llamar la atención, para regañar o para hacerse respetar.  Soltaban aquella retahíla de expresiones con una voz que llegaba clarita a los oídos de los niños, a su corazón, a su memoria y al lugar donde habita el miedo; por lo que tenían qué ser obedientes al escuchar semejantes gritos dañando sus oídos y lastimando su pequeña vida. Nadie veía mal esta actitud completamente vacía de toda consideración benevolente; tampoco era mal visto que las ordenes fueran con gritos, con jalones de orejas, jalones de cabello o de plano con la chancla voladora.

Desde luego que las palabas  que los jefes de familia decían para hacerse obedecer  por sus críos, no eran nada agradables, ni aplaudibles, ni imitables y no lo eran porque en ese pretérito las personas mayores hablaban con altisonantes faltas de respeto luego (según ellos) describiendo a los inocentes como si de verdad fueran unos inútiles, unos burros, unos animales, unos inservibles, estúpidos, pendejos, mensos, bobos,  tarambanas, locos, metiches, jacaleros, chismosos, argüenderos, atolondrados, buenos para nada, fregones, mocosos, taponudos y más vocablos que los mayores inventaban para mostrar ante los pequeños  su enojo, su molestia, su poder y para que el enojo quedara claro, lo acompañaban con palabras altisonantes y maldiciones en altas y bajas. Se trataba de hacerlos entender quiénes eran las autoridades en el seno familiar y quienes eran los que mandaban.

Después de soltar ese repertorio más perjudicial que constructivo; se quedaban tranquilos y satisfechos de su autoridad. Los niños además de sentirse tristes y temerosos se quedaban con cada una de esas palabras en su memoria, sin manera de ignorarlas, sin manera de olvidarlas. Los jefes de familia no se daban cuenta de lo que estaban sembrando sobre la estructura de sus hijos desde la memoria hasta los pies. No se daban cuenta y ni siquiera  pensaban que con reprimendas como estas,  ocurriendo todos los días solamente dejaban resultados tristes; porque los pequeños en su inocente vida, iban guardando ente su memoria una parte importante de  tan malas expresiones, tanto que al ir creciendo se iban sintiendo los más  inútiles del mundo, los más mensos, atolondrados, ignorantes, buenos para nada y antes de sentir confianza, amor, respeto y admiración  hacia sus papás;  en sus ojos infantiles, en su estructura pequeña y asustadiza se podía  observar el temor, el recelo y la timidez  al considerarse un bueno para nada,  un inservible, un menso, un bobo, un tontísimo flojo.

Sentirse de esta manera y actuar maquinalmente, es la cosecha de esa siembra tan visceral, inconmovible y fría. Es importante cuidar nuestras palabras al momento de estar corrigiendo o aconsejando a nuestros hijos. Gritarles tan desenfrenadamente con lo que, en el momento de nuestra ira, nos viene a la memoria, nunca será sano para los niños ni para nosotros sus padres. Desde luego que en ese momento todos nuestros vocablos llevan la intención (según nosotros) de corregir la negativa actitud que vamos descubriendo en nuestros pequeños; por lo que entre cada oportunidad que se presente, es nuestro deber hacerle ver las equivocaciones que puedan tener cuando se les da una orden, pero sin hacer una explosión mala en el momento de decir y de expresar lo que en ese instante empieza a posicionarse de nuestras ternuras y de nuestra piedad. Es cuando surgen de nuestro interior aquellos términos que desagradan y dañan a nuestros niños, a la vez que los van convirtiendo en jovencitos rezagados, vacíos de todas sus habilidades naturales, que conforme van creciendo empiezan a notarse no solo en su vivir cotidiano sino también en el salón de clases y en sus estudios.

Como papás debemos aceptar cuando nos señalen nuestros errores, puesto que nadie   sobre esta tierra somos perfectos. Hacernos ver que las formas de reprender a nuestros chiquillos, está lejos del ideal que se siente en el ser. Bien importante es tener cuidado de lo que les decimos; recordemos siempre que nuestras palabras tienen poder y que todo lo que les podamos decir desde la infancia, hará de ellos un buen ciudadano o alguien del cual nos debemos cuidar. 


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